La primera vez que llegó a España lo hizo de noche, pero lo que más le llamó la atención fue la intensidad de la luz y los colores que había en el cielo cuando amanecía: primero negro, luego rojo, después naranja, al fin azul. Y eso que él venía del país del sol naciente. Los expertos le consideran influenciado por el informalismo, un movimiento que surgió en Europa como respuesta a la rigidez del cubismo. La exposición de este japonés puede verse en la sala Espacio 36 hasta el próximo viernes, 29 de julio.

-¿Cómo entró en contacto con Zamora?

-Durante mi estancia en la capital española conocí a Fermín Peláez, un pintor zamorano que me invitó a venir aquí.

-¿Qué es lo que más le llama la atención de esta ciudad?

-Es un lugar muy bonito y me gustaría volver muchas veces para conocer a fondo sus paisajes y su historia.

-Ha estado en otros puntos de la geografía española.

-He vivido de forma permanente en Madrid durante cinco años, concretamente desde 1991 hasta 1996, pero también visité Sevilla, Córdoba, Soria, Granada...

-A parte de la pintura, se dedicó a más actividades durante su estancia en nuestro país.

-Estuve en un grupo de flamenco como bailarín, pero eso fue cuando tenía 24 años. Hace mucho tiempo que dejé la faceta de la música.

-También ha intentado ser profesor.

-Ejercí en la Universidad de Tokio, donde estudié, pero no me gustó demasiado.

-¿Por qué lo dejó?

-Porque es muy difícil compaginarlo con viajar, algo que necesito hacer para aprender otras cosas. Ahora sólo doy clases particulares en la capital japonesa.

-¿Cuándo tuvo su primer contacto con la pintura?

-Con 5 años ya me daba cuenta de que era la actividad que más me gustaba. Soy consciente de que la pintura es un trabajo y si me preguntas mi profesión te responderé que soy pintor, pero para mi cuerpo es tan importante como respirar o comer.

-Sus primeras láminas eran realistas y las de ahora abstractas.

-Al principio pintaba tal cual eran las cosas, pero a medida que avancé en mi carrera crecieron las ganas de profundizar en la realidad.

-¿Cree usted que el público comprende sus obras?

-Sé que la gente necesita tiempo para comprender mis cuadros, pero es muy interesante escuchar lo que ellos ven porque cada persona aporta algo.

-¿Cuánto tiempo necesitó para componer los 27 cuadros que forman la exposición?

-No se puede establecer un período exacto para pintar. A veces estás delante del lienzo cinco años y, de repente, en dos días, consigues lo que no te había salido antes. No sabría determinar con exactitud cuántas horas he necesitado.

-¿Es la primera vez que lleva sus obras a una galería española?

-No, porque antes he hecho dos exhibiciones en Madrid: una en 2007 y otra en 2009.

-Cuando está en su taller, ¿qué es lo que más le influye frente al caballete?

-Los colores, porque son un elemento que no necesitan palabras. No me gusta coger, por ejemplo, el amarillo y aplicarlo directamente, sino que prefiero llegar a él a través de otras tonalidades y de su mezcla con elementos comunes como el aguarrás, la gasolina y el alcohol.

-Y cuando no le viene la inspiración?

-Salgo a dar un paseo o me voy de viaje. Me fijo sobre todo en los paisajes y en la comida. Estos elementos se pueden percibir por los ojos, pero también con la nariz o a través de los oídos.

-¿Cuáles son sus próximos proyectos?

-Estoy preparando una exposición para el año que viene en Madrid. Llevo 17 óleos y espero pintar muchos más.

Japón, 1960

Shoji Yokoshima nació en la Prefectura de Kumamoto (Japón). Con 20 años ingresó en el Departamento de Óleo de la Facultad de Pintura, dentro de la Universidad Nacional de Bellas Artes y Música de Tokio. Vino por primera vez a España en 1984, año en el que ingresó en un curso de postgraduado.