Acentos y aromas distintos invitan a disfrutar de una fiesta navideña donde en la diferencia está la virtud, y el sushi y las crepes comparten mesa con la tortilla de patata y la paella.

Quince nacionalidades distintas conforman este grupo de alumnos de español para extranjeros llegados de todas las partes del mundo y que han recalado en Zamora por diversos motivos, desde los laborales o de estudios hasta por amor, como es el caso de la moldava Eugenia Nicolaeva.

A pesar de que el idioma natal de Eugenia es el ruso articula su español con una corrección pasmosa que atribuye a que lo único que se habla en su casa es el español, «mi marido es de aquí y mis hijos hablan un español perfecto, así que yo, sin periódicos ni televisión de mi tierra, no me queda otra que aprender», explica Nicolaeva, quien para la fiesta elaboró un plato típico de las mesas de su tierra en Navidad y a la vez muy conocido en España, la ensaladilla rusa.

Una ensalada que a pesar de llamarse rusa, no lleva los mismos ingredientes que la elaborada en España, «en Moldavia es un poco distinta, nunca se le echa atún sino que se compone básicamente de carne», señala Eugenia, que aunque reconoce que echa de menos su país, se encuentra muy a gusto entre los zamoranos, «aquí la vida es mucho mejor que en mi tierra, la gente es más abierta y la cocina excelente».

Y desde Centroeuropa hasta Estados Unidos, de donde provienen la mayoría de los estudiantes de español en la Escuela de Idiomas. Las americanas Nicole Lauden y Amanda Lasiter llevan muy pocos meses en Zamora, donde han llegado como fichajes estrella del Club Baloncesto Zamarat. Para la jornada gastronómica las deportistas prepararon juntas pollo rebozado, «un plato sencillo porque no nos hemos familiarizado aún con la comida ni con la ciudad», expresan las jóvenes todavía con muchas dificultades de comunicación.

Chris Stuart, también americano, se encargó de las bebidas para la fiesta. No faltó por lo tanto el típico refresco estadounidense, la coca-cola, a la que acompañó cerveza «bien fresquita».

No faltó tampoco en la celebración uno de los platos regionales más universales, el sushi. Su cocinera, Kim, una alumna corena y madre de familia que lleva ya 23 años viviendo en Zamora, «continúo cocinando mucha comida de mi tierra como el sushi, que allí es como aquí los bocadillos, se lleva cuando vas de excursión o de viaje», comenta Kim.

Desde marruecos llegó hace tres años Omar Benkarroum, un estudiante de Obras Públicas que ante la pregunta de ¿cómo llevas la carrera? él contesta: «tirando», una expresión que revela la perfecta integración que este joven de 22 años está viviendo en Zamora, «me encantaría quedarme aquí a trabajar, me encuentro muy a gusto», asegura Benkarroum, que preparó un exquisito conejo con guisantes.

Para Hassan Ahmed, natural de la ciudad de Luxor, en Egipto, la llegada a Zamora fue como volver, un año más, a un habitual lugar de vacaciones. «Me saludan muchos zamoranos por la calle que me conocen de su paso por el barco del crucero por el Nilo». Y es que Hassan es dueño de una de las embarcaciones que surcan río más largo de África, y desde hace un año y medio trabaja en una agencia de viajes en la capital, «es una ciudad muy tranquila, con gente muy amable y se nota que hay mucha alegría». Pero para alegría la suya, «he conseguido que mi familia pueda venirse conmigo», comenta con una sonrisa en los labios. Quizá por ello el plato elaborado para la jornada gastronómica fueron cuatro tipos distintos de postres.

Unas apetitosas crepes con chocolate fue la apuesta de la húngara Ildiko Szöke, también jugadora de baloncesto, y que es una veterana ya en la capital, «pensé que sería un plato sencillo y que le gusta a todo el mundo», y no se equivocó.

Pero no solo les interesa la gastronomía a estos despiertos estudiantes, «hacen muchas preguntas sobre la cultura española, como por qué se dan dos besos para saludar, y también se preocupan por el tema de ETA y la política», explica la profesora, Dolores Veloso, que comparte las clases con su compañera Flora Lobato.

Mucho interés, motivación, participación y cariño es lo que reciben las docentes de este grupo de extranjeros que hacen patria en su nuevo hogar y que aún con platos de medio mundo sobre la mesa reconocen, «como la comida española no hay ninguna», y no les falta razón.