Corría el año 1936 cuando su padre dejó su San Pedro de Ceque natal para emigrar a Argentina, recorrido que repitió años más tarde su madre. En Miramar, a 400 kilómetros de Buenos Aires, nació en 1957 Héctor Álvarez. Casado y padre de tres hijas. Arquitecto de profesión, desde hace más de 20 años contribuye a que los que se fueron sigan sintiendo a España muy de cerca y a que los descendientes también lo hagan. Se considera tan español, como el nacido en España y le gusta trabaja por España, lo que le ha llevado a liderar la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Miramar, integrada en el centro de Castilla y León de Mar del Plata.

— ¿Qué le hizo implicarse en la vida de la comunidad de emigrantes?

— A principios de siglo los españoles que se iban formaban entidades que hasta el 1950 fueron florecientes y los hijos, entonces pequeños, participábamos en encuentros de folclore, romerías y de música. Desde finales de los 60 y los 70 yo no tuve ninguna vinculación, pero tenía el germen de cuando era muy niño y con 30 años comencé a pertenecer a una de ellas.

— ¿Cuál fue el detonante?

— Cuando existe una semilla, acaba germinando. Eso mismo le va a pasar a los jóvenes que han asistido recientemente a la Escuela de Verano y que forman parte de la «Operación Raíces» , pues algunos en un determinado momento cuando escuchen Zamora, Castilla y León, España.. resurgirá algo en ellos que les hará colaborar. Cuando me involucré era de los más jóvenes y en la actualidad presido la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Miramar, muy unida al centro de Castilla y León, donde un 90% son leoneses y zamoranos. Tenemos un diálogo permanente con el Centro de Castilla y León de Mar de Plata y formo parte de su directiva.

— La actividad de la Sociedad y del Centro de Castilla y León se basa...

— En dar a conocer la cultura regional en la ciudad. Los centros están trabajando en la cultura a través de cursos y encuentros de baile, de música, de cocina. Paralelamente existe una gran labor social y asistencial porque hay una gran población mayor entre la comunidad emigrante, puesto que la mayoría de los que salieron ya sobrepasan los 70 años y no a todos les ha ido bien, por lo que los centros canalizan las ayudas que les llegan a través de las instituciones españolas y empiezan a funcionar como centro de día. También existe una sección de Juventud para que se incorporen nuevas personas y se produzcan un relevo generacional.

— ¿Cuesta que las nuevas generaciones participen en las casas y centros de emigrantes?

— Sí, porque aquellos que se fueron a principios de siglo transmitieron sus vivencias a los hijos, algo a los nietos y poco a los biznietos que recuerdan que tuvieron un antepasado español. Por eso todas las iniciativas son óptimas para que los jóvenes no olviden sus raíces y las redescubran. Para el joven argentino descendiente de españoles es un orgullo pertenecer a una institución española, porque España es nuestra madre patria. Pueden acercarse inicialmente por conseguir la nacionalidad, pues abre la puerta a Europa, pero aunque se aproximen por otros motivos luego se identifican con una tradición y empiezan a definirse como integrante de una comunidad.

— ¿Qué necesidad tienen?

— Desde hace diez años las administraciones españolas miran mucho a Argentina. La Diputación de Zamora fue la pionera en la región en acercarse a Argentina. Ahora es un renacer del entendimiento y creo que se va a seguir avanzando porque las entidades o sociedades españolas somos los embajadores de España en todo el territorio de América Latina. Nosotros pedimos por nuestros mayores y aunque existen programas y planes pero el territorio es muy grande. Hay 22 centros de Castilla y León en Argentina al ser un ámbito muy grande y la llegada de los programas a lo largo del territorio es complicado, lo que reclamamos es que a través de todo tipo de entidades españolas se den a conocer los programas que hay para nuestros ancianos.