«Consumo de nostalgia». Crítico, pero riguroso. Así se muestra Luis Díaz Viana en "La tradición como reclamo", libro que lleva este subtítulo: "Antropología en Castilla y León". El zamorano, que escribe el estudio inicial que da nombre al volumen y coordina éste con Pedro Tomé Martín, denuncia que se ha producido un «sesgo claramente mercantilista, de marca o sello de venta, que la identidad en cuanto a objeto y legado patrimonial ha ido cobrando». Su denuncia es patente desde el principio: «Se fueron creando constelaciones de exposiciones y museos que, a menudo, se valían de lo etnográfico como pretexto o reclamo para favorecer paseos turísticos por la identidad».

Es una identidad que «se ha convertido, cada vez más, en moneda de cambio y mercancía en las reivindicaciones regionalistas o nacionalistas». Porque ha sido «reconstruida más que como defensa de lo propio, en cuanto a diferencia cara a los otros -y a lo que se puede obtener de los demás-. Una identidad con la que se pueda competir en singularidad y exotismos ante las distintas administraciones, pretendiendo reactivar económicamente de este modo zonas previamente condenadas por las políticas de esas mismas administraciones al abandono o la desaparición». Por lo visto, «se trata de exhibir lo exótico que queda y de propiciar en los visitantes el consumo de la nostalgia». La identidad, de este modo, «parece haber pasado a transformarse», así, «mucho más que en un sentimiento o una pasión en un producto de mercado».

El profesor del CSIC y ensayista -entre sus obras, "El regreso de los lobos. La respuesta de las culturas populares a la era de la globalización", "El nuevo orden del caos", "Cancionero popular de la Guerra Civil"- había apuntado, con anterioridad, «la progresiva sustitución del término folclore por el de cultura popular y, sobre todo, por el de cultura tradicional, así como -finalmente- por el de Patrimonio Cultural (y, dentro de él, por el de Patrimonio Etnográfico)». No obstante, el concepto último, «tal y como lo entendemos ahora, es en sí bastante tardío y deriva no sólo de la idea patrimonial de nación que surge con la Revolución francesa, sino también del movimiento romántico posterior y de la revisión que desde él se hace de asuntos como la historia, el arte, la naturaleza, la cultura propia o la tradición».

Díaz Viana no abandona el rigor crítico cuando se refiere a la actividad de los museos: «La única que confiere a éstos y a las bibliotecas una vitalidad real es la investigación sobre lo que guardan y lo que van a adquirir, no el remedo espectacular de la vida, la teatralización de las costumbres o la recreación de zoos humanos». Sucede, para él, que «la competencia es dura. Los profesionales de la cultura, quienes viven de ella sin necesidad de estudiarla ni de preocuparse de cómo funciona, suelen ganar por la mano a los que profesionalmente nos dedicamos a investigarla». Se hallan, por lo habitual, «más cerca del poder y resultan mucho más cómodos y simpáticos a los que se encuentran en situación de desempeñarlo: no ponen pegas, no discuten términos, no construyen y deconstruyen conceptos, no se paran en matices. Y se venden barato, aunque -luego- se cobren en especias o productos derivados».

El libro, dividido en tres partes y editado por la Junta, incluye 9 capítulos... Un volumen de antropología social, que también deberían leer folcloristas, sociólogos y estudiosos de la tradición y los modos de vida.