El Castillo es el monumento público más visitado de Zamora, con 40.000 turistas anuales

La capital recupera las buenas sensaciones previas a la pandemia y registra en 2022 más de 66.000 viajeros

Luis Garrido

Luis Garrido

La ciudad de Zamora ha recuperado en el año 2018 las buenas sensaciones en materia de turismo, aunque las cifras están todavía lejos de las registradas antes de la pandemia. La Oficina Municipal de Turismo ha contabilizado 66.300 viajeros que han pedido algún tipo de información sobre la capital, lo que se traduce en un aumento de prácticamente veinte mil personas respecto al ejercicio inmediatamente anterior. No obstante, en la comparativa con el curso 2019, que fue el último sin restricciones antes del estallido de la crisis sanitaria, la realidad revela que los números están muy por debajo de aquel momento, cuando se cerró el año con 77.542 turistas.

El informe anual elaborado por la Oficina Municipal de Turismo revela datos interesantes, como la cada vez mayor ocupación de las áreas de autocaravanas reservadas en las inmediaciones del bosque de Valorio y en la calle Entrepuentes. A lo largo de los doce meses del pasado ejercicio, pasaron por estas instalaciones 10.795 vehículos, lo que pone de manifiesto el tirón que tiene la ciudad de Zamora para este tipo de visitantes. De ese global, un total de 8.635 autocaravanas se asentaron en el parque de la Frontera y las 2.160 restantes lo hicieron en la margen izquierda del día Duero. La época de mayor afluencia se concentra en primavera y en verano, entre los meses de abril y agosto, en los que cerca de 3.000 vehículos pernoctaron en el municipio.

Las estadísticas remitidas por la Oficina Municipal de Turismo revelan, además, que el Castillo es el recurso de gestión municipal más visitado. El pasado año, 40.810 personas pasaron por la fortificación medieval entre los meses de junio y diciembre. Este monumento está muy adelantado en visitas respecto a otros como las aceñas de Olivares, que tan solo registraron 9.165 turistas. Este desfase ha sido explicado por Christoph Strieder arguyendo que el barrio ribereño “está fuera de la ruta monumental y turística por excelencia”, que la conforman los monumentos románicos situados entre La Marina y la Catedral.