El oleaje pandémico ha agitado a la hostelería como a pocos sectores económicos. Cada repunte supone una fatiga para los negocios, que miran los crecimientos de las curvas de contagios con el miedo de que sus ingresos sufran el recorrido inverso. El sexto capítulo de esta historia ha sido liviano en comparación con los anteriores; al menos, en Zamora, donde no ha habido cierres ni limitaciones horarias, y la Navidad ha discurrido entre positivos y miedo, pero sin restricciones. Ese cóctel ha favorecido un movimiento sin el ritmo de antaño que ha conducido a los locales hacia el año nuevo. ¿Pero ahora qué va a pasar?

El responsable de un establecimiento limpia una de las mesas de su terraza. | Emilio Fraile

La pregunta ronda la mente de quienes se ganan el pan detrás de la barra. Uno de ellos es Eloy Juanes, que gestiona el bar Alba en la avenida de Víctor Gallego. Su negocio caminó durante las fiestas, aunque echó de menos “los típicos grupos que venían antes en determinados días”. Con peor pinta arranca enero, regular en años ordinarios y malo si hay empujones pandémicos. Aún así, el hostelero mira al frente con esperanza: “Vienen semanas más flojas, pero yo confío en que remontemos a partir de febrero y todo vaya mejor desde Semana Santa”, señala.

En San Lázaro, Diego Nieto también aspira a que lo bueno esté por venir y relativiza el daño de la ola actual: “La gente está con mucho miedo y con precaución, pero hemos podido trabajar”, señala el responsable del Mesón El Duende, que se agarra a la buena respuesta de su clientela para resistir a un periodo en el que la afluencia “siempre baja”.

El panorama cambia si se mira desde los ojos de Juan Carlos González, que sí notó los confinamientos y los pies de plomo de su parroquia durante la Navidad: “En los días grandes, por las tardes tenemos los típicos brindis; otros años, no dábamos abasto y esta vez lo hemos hecho con dos personas menos”, reflexiona el dueño del Divino, en la zona de Las Vegas.

González también percibe una menor afluencia los fines de semana y teme que nada vuelva a ser igual tras la pandemia, una crisis sanitaria cuyo fin aún no atisba: “No soy una persona pesimista, pero la verdad es que no lo veo claro”, reconoce.

En el entorno de Viriato, Aurelio Couso explica que su negocio funciona gracias a determinados condicionantes de ubicación, propiedad del local y tipo de clientela. Con todo, el dueño del Aureto asume que la realidad de otros establecimientos dependerá de más factores y pone el acento en un cambio en las costumbres sociales que aumenta las horas en el hogar y reduce el tiempo en el bar.

Las terrazas sobreviven al frío gracias a la precaución frente al virus

Un invierno más, la terraza es un recurso de gran valor para los negocios hosteleros de Zamora. A pesar del frío, muchos clientes optan por tomar el café o la cerveza en la calle para espantar cualquier amenaza de contagio. Desde el Aureto, Aurelio Couso reconoce que le compensa habilitar las mesas en el exterior en una época en la que el cuerpo suele pedir el abrigo de la calefacción. “Una chica me dijo esta mañana que pensaría que estaba loca, pero que prefería salir”, pone como ejemplo el dueño del negocio. En la misma línea, Eloy Juanes, del bar Alba, incide en la importancia de contar con una zona en la calle para atender a los clientes. “Los bares que la tienen pueden funcionar mejor”, apunta el hostelero, consciente de que la clientela busca minimizar cualquier riesgo.