Llegó a La Palma hace tan solo nueve meses, puesto que la pandemia le hizo recapacitar sobre su vida y optar por un cambio de aires, trasladándose a la isla para comenzar de cero junto a su pareja. Y de repente se ha encontrado “con una película en que la nunca habría querido haber participado”, confiesa el zamorano Raúl Alonso, quien este fin de semana tuvo —como tantos otros residentes del sur de la isla— que abandonar a toda prisa su casa en Puerto Naos por precaución, ya que la lava del volcán Cumbre Vieja había llegado hasta la localidad vecina de Todoque.

Tras dormir esa primera noche en una pensión, ayer vagaba por Tazacorte, esperando a que su pareja saliera de trabajar, para acudir a casa de una amiga, que les iba a dar cobijo durante unos días. “No sabemos a dónde ir, yo llevo con una pequeña maleta a cuestas en la que tampoco cabe mucho. He metido un poco ropa, varias mudas y los documentos más importantes que tenía en casa”, enumera. “Ni siquiera tengo la maquinilla de afeitar”, pone como ejemplo de la rapidez con la que tuvo que meter en una maleta lo que le parecía más urgente para salir de casa de manera precipitada, con la enorme columna de humo viéndose desde la distancia.

Y en las mismas condiciones estaban muchos de los que, como él, mataban ayer el tiempo tomando algo en una terraza del pueblo mientras veían la televisión o se informaban a través de Internet en sus teléfonos móviles. “Aquí todos estamos con lo puesto, poco más”, describía, mientras se mantiene atento a las noticias para saber qué avances hay respecto al volcán y a la situación de todos os damnificados, entre los que él mismo se encuentra.

Una de las lenguas de lava del volcán de la isla La Palma. EFE

Angustiado por tener que estar “cruzado de brazos” ante esta situación y sin poder hacer nada, Alonso asegura que el volcán ha dejado en la localidad “un olor a azufre insoportable”, a lo que hay que añadir un ruido “ensordecedor” y que la población vive una situación de “auténtico pánico”, ya que se trata de localidades muy pequeñas donde el peligro avanza día a día y nadie cercano a Cumbre Vieja se puede sentir a salvo. “Mucha gente está histérica y se ha quedado literalmente con una mano delante y otra detrás”, afirma Raúl Alonso sobre lo que se está viviendo estos últimos días en la isla.

Ahora una de sus máximas preocupaciones son sus dos gatos, a los que tuvo que dejar en la casa. “Les he dejado comida y agua para unos días, pero tendré que volver a por ellos”, señala. Y ahí se topa con un importante problema, ya que las carreteras hasta Puerto Naos están ahora impracticables por la erupción del volcán. “La lengua de fuego llegó hasta Todoque”, indica. “Además, las carreteras aquí no son como en la península, aquí no hay autopistas ni autovías, solo carreteras comarcales y de dos únicos carriles”, compara el zamorano.

Como su residencia se encuentra cercana a la costa, frente al mar, la única salida que se le ocurre para acceder a su hogar de alguna manera segura sería por mar. “Estoy pensando en pedir a alguien que me pueda llevar por barco para llegar, porque no creo que ahora haya otra forma de hacerlo”, razona.

Especialmente indignado se encuentra el zamorano con la escasa ayuda institucional que ha visto alrededor. “Veo los informativos y se habla mucho de la UME y de los protocolos para la población, pero aquí no ha llegado nada de eso”, denuncia. Tan solo la Guardia Civil, que les instó a abandonar sus viviendas por precaución. “Yo ya tenía preparada la maleta en previsión, porque me esperaba lo peor, pero salí con lo puesto y poco más”, indica. “Nos han dejado tirados”, considera, asegurando que no es su intención contar dramas. “Pero hay que contar la realidad tal y como está sucediendo”, considera.