Sandra Alonso Villar (Zamora, 1993) es uno de esos casos paradigmáticos de saber ir en contra de la corriente. Completó los estudios para ser profesora de Educación Infantil pero decidió degustar la incertidumbre del Régimen Especial de Autónomos y crear su propio negocio en plena pandemia de coronavirus.

—¿Dónde estamos?

Se podría decir que estamos en mi sueño. En “Mis cuentos infantiles”, una librería especializada en literatura infantil.

—Es un sueño que huele muy bien.

—Eso dice todo el mundo cuando entra. Tengo que reconocer que ya, de estar aquí, no lo huelo, no lo detecto y me da mucha pena porque me encanta el olor a libro. He leído estudios que dicen que este olor se debe a que, cuando va pasando el tiempo, el papel, en conjunto con la tinta y demás, emite este olor. Y a mí me parece maravilloso, además.

—¿Qué impulsa a una joven a arriesgarse en un negocio así y en unas circunstancias como las actuales?

—Un sueño. Estoy remando contracorriente pero era un sueño que tenía desde hace mucho. No está siendo fácil pero, madre mía, lo bien que está respondiendo la gente, especialmente en Zamora. Es alucinante. Me quito el sombrero delante de todos porque raro es el día en el que no hay fila en la calle. Es verdad que ahora tenemos el aforo limitado, que eso también le hace, claro, pero la verdad es que es ir en contra de todo. Al principio, dónde vas, vas a tirar el dinero, no lo hagas, no abras… Yo sigo para adelante. Soy muy cabezota. Firmé el contrato del local el 19 de febrero y el 14 de marzo, a casa.

—¿Cuántas referencias tiene en la librería?

—Cerca de 5.000. De algunos tengo cinco o seis ejemplares; de otros, tengo uno.

—¿Qué es lo qué más vende?

—Mis propios libros. Los libros de los que soy autora. Tengo que reconocer también en eso que me hace especial ilusión, cuando entra un niño y dice que quiere “Pepito Cebolla”, “La bibliotecaria”… No sé, títulos míos. Eso me hace muchísima ilusión, cuando entran directamente pidiéndolos, porque otra cosa es que tú se lo enseñes y le gusten, que eso también es brutal. Es decir, que te esté enseñando cuatro o cinco, uno de ellos sea mío, y elijas ese, que es mío, para mí es lo más grande. Y, encima, son los que más se venden.

—¿Tiene pensado organizar charlas literarias?

—En un futuro, nos gustaría poder hacerlo. De hecho, la idea inicial, antes de la pandemia, en la librería era eso: hacer aquí talleres, presentaciones, cuentacuentos y otras actividades para potenciar el fomento de la lectura. Por el momento, no hemos podido hacer nada de esto; solo un par de firmas de otros autores.

—¿No era suficientemente complicado abrir la librería como para, además, poner en marcha una editorial?

—(Risas). Sí. No teníamos poco con emprender un negocio y nos metemos en otro. Y, encima, en pandemia. Lo que dice todo el mundo: de qué vas, dónde vas tú emprendiendo doblemente ahora. La verdad es que no sé cómo habría sido de otra manera. Yo creo que, si ahora va bien, de otra manera habría ido muchísimo mejor.

—¿Cómo se llama la editorial?

—Davao Ediciones. Davao es una ciudad de Filipinas y tiene para mí especial significado porque es un lugar en el que han nacido muchos proyectos. Eso es la versión oficial pero tiene para mí otro significado porque Davao también se llama un lugar de Lanzarote, una isla que me encanta. Es donde se han tomado las decisiones importantes. Yo allí escribí mi primer libro, allí decidí al año siguiente que lo quería publicar, estando allí, salió a la venta. Lanzarote tiene muchísimo significado. Tengo un tatuaje de la silueta de Lanzarote que pone “Magia por el mundo de los cuentos”. De hecho, aquí, en la librería, tengo una piedra negra volcánica de Lanzarote que me trajo una clienta zamorana que vive allí.

—Qué mundo interior tienen las escritoras.

—Sí. Divagamos muchísimo. La verdad es que lo vives todo muy intensamente. Y a mí no me gustaba leer cuando era pequeña.

—A efectos legales, ¿Davao está ya registrada y lista?

—Sí. Ahora lo que nos falta es que llegue el primer libro de imprenta, “Abrazos de chocolate”.

—¿Qué número ocupa en su producción propia?

—Doce y uno. Es el primer libro que salió a la venta. El primer libro que yo escribí, el primer libro que publiqué, el primer libro que escribí en Lanzarote, como hablábamos antes. Hubo problemas con la editorial que lo publicó: la editorial cerró. No quedan ejemplares de ese libro, está agotado y ese es el motivo por el que nos decidimos a montar Davao, para que viera la luz de nuevo. Es un libro muy especial para mí.