La luz se cuela como un personaje más —casi protagonista— en la obra “Comedia en negro”, que llega este domingo al Teatro Ramos Carrión (18.00 horas), de la mano de la compañía Suripanta Teatro y dirigida por el polifacético Esteve Ferrer, conocido por obras como “Toc, toc”, “La familia Addams” o “El jovencito Frankenstein”.

–¿Cómo se planteó la adaptación de este clásico de Peter Shaffer?

–Considero que es una de las obras maestras del género de la alta comedia y lo que necesita es una coordinación, disciplina y talento interpretativo al máximo nivel, así que la exigencia interpretativa de la comedia es máxima y es necesaria equiparablemente una compañía que pueda afrontar ese reto. El público se va a encontrar con una brillantísima comedia que pone en alza todo lo que es el juego teatral, no solo en el escenario, sino también implicando a la parte del público, que tiene que aprender a jugar al juego que le propone el autor.

–¿Y en qué consiste?

–Se trata de una duplicación, una especie de inversión lumínica. En el momento en que los actores están a oscuras, el público ve y en el momento en que los actores están viendo, teóricamente, el público no ve. Es el mundo al revés y ese juego es el que propone el autor, que es un dramaturgo mayúsculo que incluso haciendo comedia sabe elaborar una crítica social de trasfondo, retratando una sociedad muy concreta, la de la Inglaterra de los años sesenta.

–¿La época y el lugar no ha querido cambiarla en la adaptación?

–No he querido moverla, porque ahí funciona muy bien y, como los grandes clásicos, es extrapolable. Los humanos seguimos tropezando con la misma piedra, da lo mismo que sea en Roma, en el Romanticismo, la era moderna o en lo contemporáneo. Además, para que el humor funcione todavía mejor, lo he querido mantener en ese mundo inglés de los años 60 que todos conocemos tan bien.

–¿El público se tiene que dejar atrapar por la historia para disfrutarla más?

–El público se va a encontrar una comedia delirante, de no parar de reírse y de encontrar un gran trabajo actoral, porque la filigrana que tienen que hacer los actores es muy grande para convencer a todo el mundo de que están a oscuras, aunque no sea verdad. Así que para hacer eso, como el público no es tonto, evidentemente, lo tienes que hacer muy bien, para que todos entren en esa dinámica. La comedia necesita mucha más verdad que en ningún otro género. Un drama es mucho más fácil de tocar la fibra sensible, pero la comedia en seguida te delata si no estás trabajando desde un punto de verdad a nivel actoral.

Un momento de la obra "Comedia en negro" Cedida

–¿Impone ser el director de la versión de una obra de un maestro del género como Peter Shaffer?

–Evidentemente, siempre hay un respeto. Pero yo me he enfrentado a muchas otras versiones y me ha sido mucho más complicado reescribir o reinventarme un texto malo de origen que uno bueno (risas). Aquí no he tenido que arreglar nada, sino más bien frenarme, porque lo que pueda ocurrírseme a mí adaptándolo va a ser mucho peor que lo que había pensado el propio autor. Lo que hago con los buenos textos es ponerme a su servicio, intentar formarme y leer el tipo d humor que tiene o, como máximo, añadir algo desde nuestro lenguaje materno y personalidad, como hice con “La familia Addams” o “El jovencito Frankenstein”. Me pregunto cómo se habría expresado el autor si fuera español, pero la verdad es que el humor es una de las pocas cosas que nos unen a todos.

–¿Es una buena terapia para estos tiempos convulsos?

–Para enfrentarnos a estos momentos de pandemia horrible que estamos viviendo había que tirar de humor de alto nivel, porque no estamos para tonterías. Para eso ya están los políticos y, si tenemos que escuchar más bobadas, que sea un profesional de mayor rango.

–¿Es más sencillo dirigir humor que drama?

–Sí, aunque el público está más exigente, porque como payasadas hay tantas, hay que hacerlo muy bien.

Tres actores de "Comedia en negro" sobre el escenario Cedida

–¿Y siendo actor es más fácil dirigir, conociendo la labor de los que están interpretando?

–No lo considero más fácil o complicado, sino imprescindible y necesario. Creo que cualquier actor debería, aunque fuera solo una vez, dirigir algo para que sepa lo que se necesita desde abajo, desde el patio de butacas. Y cualquier director tendría que esforzarse y saber el vértigo que produce estar encima de un escenario. Son dos canales que se tienen que entender, poniéndose en la piel del otro sería todo más fácil. Yo la verdad es que me encuentro muy cómodo en los dos sitios y me gusta mucho compaginarlos, no sabría qué elegir. Incluso en septiembre, tras doce años, voy a volver a cantar en una zarzuela. De hecho, empecé como actor de musicales, pero no me gustan las etiquetas, sino que prefiero que sea el público quien decida si me tengo que quedar en un sitio o en otro.

–Después de años cosechando éxito tras éxito sobre los escenarios, ¿cómo ha vivido este último año de pandemia, con el obligado parón cultural?

–Ha sido algo terrible, como lo ha vivido el 90% de la población. Primero, muy traumático, porque pasas de un día para otro de tener una actividad frenética a parar de golpe y porrazo y encima encerrado en casa. Mi profesión es de contacto social, tanto con público como con compañeros, es un trabajo en el que necesitamos vernos y tocarnos, necesitamos la presencialidad absoluta y es de piel, no de ordenador. Aunque todo eso me falta, afortunadamente he podido trabajar en casa con textos y preparando proyectos. Pero echo en falta la presencialidad de una manera espectacular. Estamos deseando que la población esté vacuna y poder volver a llenar teatros.

–¿Ha sido la cultura uno de los sectores más dañados por la pandemia?

–En el último informe de la Unión Europea se subraya que los dos sectores más afectados por esta crisis sanitaria y a los que más les costará salir son el cultural y el turístico, El cultural fue el primero en cerrar y será el último en salir, porque además se necesita la confianza del público para volver y esa confianza no se genera de un día para otro.