La historia más bonita y humana que leerás hoy. Ha pasado en Zamora. 

“Os voy a pedir un gran favor a todos los que vivís en Zamora y cuando acabéis de leer esto, seguro que lo haréis”.

Jueves por la tarde. Llueve en Zamora. Un padre sale del trabajo y va a recoger a su hija a clases de inglés. El coche está aparcado un poco lejos por lo que hay que correr un poco bajo el aguacero sorteando todos los charcos. Tras saltar por encima de un gran charco en la avenida Alfonso IX con Príncipe de Asturias, padre e hija llegan al parking de La Marina. Pero al arrancar el coche… el padre se da cuenta de que su móvil ha desaparecido. “¡Joder, ahora no! ¡Ahora no! Ahora con el traslado del taller, todo el día pegado al teléfono, contactos, información, clientes… ¡No, no!”, exclama. 

Sigue lloviendo a cántaros pero hay que encontrar el móvil. Vuelven sus pasos, preguntan, pero nada. No aparece. Ven imposible recuperar el móvil, un teléfono “cojonudo” y se dirigen directamente a una tienda de telefonía a solicitar un duplicado de la tarjeta SIM y comprar un nuevo móvil. Mientras le cogen sus datos, el hombre pide hacer desde la tienda una llamada a su propio teléfono por si suena la flauta. Nada, le cuelgan. Ya está todo perdido. Pero justo instantes después, suena el teléfono de la tienda. Es el hombre que le ha cogido su teléfono de un charco. Se identifica. ¿Quién es? El indigente que pide en la calle Santa Clara, donde el pasaje al lado del estanco. La persona sin hogar le dice que “ha salido” a comprar algo de comida, pero que en diez minutos volverá a su sitio habitual. “El mundo de repente vuelve a girar”, expresa el hombre que acaba de recuperar el móvil. “Pero no por mi móvil ni mis preciados datos, sino por ese gran hombre”. “¡Coño! Que pide al lado de una tienda que repara teléfonos, que podía haber entrado a que le dieran algo por un teléfono bueno. Y sin embargo, decide guardarlo y esperar”. 

Ante este inusual gesto de bondad, el hombre se acercó al cajero más próximo, sacó 300 euros y fue junto a su hija al lugar indicado. “Allí estaba agachado con la cabeza baja y la mano extendida, a esa mano que yo le he dado un euro muchos sábados. Quizá algo quiso que la rueda de la vida hiciera que ese hombre me guardara mi teléfono”, piensa. 

Cuando le entrega los 300 euros, el hombre se echa a llorar. “Cada vez que pase te juro que te daré para que comas ese día o lo que sea”. Una promesa que quiere hacer extensible al resto de zamoranos pidiendo este favor: “Me gustaría mucho de corazón que cada vez que paséis por el estanco del pasaje de Santa Clara le deis una moneda a ese gran hombre (…)”Cuando la gente cada vez es más insolidaridad y nos odiamos tanto, aparece de repente alguien que sin nada, demuestra todo”.