Sobrevivir. Ese será a final de año y, al memos hasta 2021, el único horizonte de un 50% de los zamoranos, auguran los responsables de oenegés desbordadas por el incremento exponencial de la pobreza en la capital, de forma más descarnada en los 22 barrios de la capital, aunque también ya en Toro o Benavente. “No tengo para dar de comer a mis hijos”. El lamento se repite cada día y define la situación actual de un 25% de la población empujada ya por la crisis sanitaria del COVID al umbral de la pobreza, explican responsables de Cáritas, la Asociación Cocina Solidaria y el Banco de Alimentos consultados por este diario.

Las previsiones son escalofriantes en Zamora, “todo apunta a que la situación durante uno o dos años no va a mejorar” por la pandemia que agita los pilares de la economía. El pronostico es unánime: “posiblemente un 50% de la población puede verse en serios aprietos para sobrevivir, estará en situación de pobreza”, advierte el delegado director de Cáritas, Antonio Martín de Lera. La ONG ha duplicado en este septiembre las ayudas directas entregadas a familias para el pago de comida, luz, agua, gas, alquileres... Más de 60.000 euros destinó la a subvencionar esos gastos primarios. “Destruir es muy fácil, pero construir no”, zanja el sacerdote. En el Día Mundial de la Pobreza, celebrado ayer, Zamora se suma a una cruel realidad que “va en aumento, falta comida”, explica Martín de Lera, ya no es solo que no alcanza para pagar la luz o el agua, “es mucho más grave”. Muchos saben que “este invierno ya no tendrán calefacción, el dinero no llega”, apostilla el gestor de Cocina Solidaria, Carlos García García, “¡hay tanto para ayudar, nunca imaginé que esto iba a ser tan dramático!. Es terrible, estamos en las puertas de la extrema pobreza”, incide el gestor de la Asociación Cocina Solidaria, respaldada por la Fundación Caja Rural. “Estamos viviendo un momento como de postguerra”, apunta absolutamente impresionado por este duro zarpazo de la pandemia a la vida de las personas.

El Banco de Alimentos atiende a 500 ciudadanos más desde marzo, “es un goteo constante” que antes del COVID no había, “realizamos una ayuda de emergencia para que las personas puedan subsistir 15 o 20 días, y después derivamos a los Centros de Acción Social”, donde se les tramitan las ayudas, bonos, rentas especiales o el Ingreso Mínimo Vital, explica su presidente, Andrés Rincón. Su trabajo ampara a 2.600 familias y fue preciso pedir respaldo porque los voluntarios eran insuficientes para atender la demanda. Ahora cuentan con la ayuda de dos personas que cumplen en el Banco sus condenas judiciales con servicios en beneficio de la comunidad, “estamos seis o siete, la mayoría jubilados, no podemos estar muchos más” por las medidas de seguridad contra el virus.

Impacto socioeconómico del COVID

Impacto socioeconómico del COVID

Agotados los pocos ahorros que tenían estos zamoranos, sin el paraguas familiar o de amigos que se desplegó en la crisis de 2008, sin posibilidades de reponer esos dineros por la precariedad económica generalizada, las oenegés están cumpliendo una función esencial para sujetar a estas familias, formadas por parejas de entre los 30 y los 50 años, la mayoría con hijos a su cargo. Se trata de zamoranos que ya venían sorteando a duras penas la precariedad sembrada “antes de la pandemia, la anterior crisis no había finalizado, aunque se veía una mejoría”, abunda Martín de Lera. Pero los ERTE’s han barrido esa débil economía y dejado en el aire el futuro de esas familias. Algunos trabajadores no han cobrado aún; otros han acabado en el paro por el cierre de la empresa. Esta angustiosa perspectiva ha zarandeado también a los autónomos, muchos ya fuera del mercado o a punto de estarlo por efecto de las restricciones COVID.

Y detrás de tanta pobreza, la vergüenza. “Yo les pido que la pierdan, que, por lo menos, pidan para sus hijos en el Banco de Alimentos o en cualquier sitio”, concluye Andrés Rincón, que cifra en más de un 20% la pobreza infantil en Zamora. “Todos los usuarios que tenemos son familias, que se quitan de comer para dárselo a los niños, muchos de esos padres están famélicos”, prosigue el gestor de la Cocina Solidaria, tan impresionado que “me daba apuro tener unos kilos de más”. La Asociación ha cumplido con creces su objetivo de dar cien comidas diarias, “vamos a peor”.

Hay situaciones desgarradoras, “gente que ha vendido todo ya”. Ricón recuerda a una mujer con hijos a su cargo, en paro, al igual que su marido, sin derecho a ayudas, ni a la Renta Mínima Vital, con un alquiler de más de 300 euros, “que tiene que andar pidiendo dinero a la familia” para vivir. Cuando los voluntarios fueron a llevarle el menú por primera vez se encontraron “con una nevera en la que había telas de araña, los voluntarios se la llenaron de comida”, un gesto que conmueve a Rincón. De nuevo esa vergüenza ligada a la pobreza retrae a muchos de acudir a Cocina Solidaria y reciben el la comida diaria gracias a las asociaciones de vecinos, “la dignidad de las personas es muy importante”, preservar su identidad, por eso se acudió a ese sistema.