El avance de la intervención para consolidar la muralla en dos de sus tramos más deteriorados ha dejado al descubierto una nueva piel en la fortificación medieval. A simple vista, el monumento ofrece una imagen más limpia de lo que lucía hace apenas tres meses. En profundidad, se puede comprobar cómo se ha podido reinventar después de la caída de varios sillares acaecida hace ya casi dos años. Sin rastro de operarios en el entorno de la Vega y con apenas unas balizas para el tramo de la subida de San Martín, los trabajos se dan por finalizados. No obstante, en conjunto, no deberían haber hecho más que empezar, dado que el perímetro que protege a Zamora en sus diferentes trazados requiere de un plan urgente de adecuación para evitar futuros riesgos, como así han reclamado en numerosas ocasiones desde la administración municipal.

Las obras en el entorno de la Vega y la subida de San Martín arrancaron el pasado mes de julio tras una espera que superaba los dieciocho meses. En enero de 2019, unos desprendimientos alertaban a las autoridades y obligaban a vallar estas dos zonas para prevenir a los viandantes que pudieran transitar por la zona. Finalmente, en julio de este año 2020, el Ministerio de Cultura anunciaba el inicio de unos trabajos necesarios y que fueron comprometidos por el Gobierno en la primavera del pasado curso, coincidiendo con la sucesión de campañas electorales y visitas de altos cargos a la capital zamorana.

La Vega de la muralla de Zamora. José Luis Fernández

Tras el obligado parón provocado por la irrupción del coronavirus, los operarios se instalaron en los lienzos afectados durante este verano para proceder con la restauración. Así lo anunciaba un cartelón de obras colocado frente al cubo de la subida de San Martín. Por delante, una inversión de un millón de euros para proceder a la reparación de los tramos que sufrieron desprendimientos y limpiar estos espacios que ya comenzaban a notar el paso del tiempo y las inclemencias meteorológicas.

La decisión del Ministerio de Cultura dirigido por José Manuel Uribes de arrancar por estas dos zonas no terminó de convencer, en su momento, al equipo de Gobierno. De hecho, fue el propio Francisco Guarido quien solicitó a los representantes ministeriales que, quizás, urgía más comenzar los trabajos en otras zonas como el recién liberado tramo de la avenida de la Feria. Se alegó desde el Ayuntamiento de Zamora que las arcas municipales habían realizado un importante desembolso para proceder a la liberación y que ello debía ser correspondido por parte del Gobierno a través de un proyecto de consolidación del monumento. Cabe recordar que el Estado es el propietario de, aproximadamente, el 70% de las líneas de muralla que a día de hoy se conservan, mejor o peor, dentro de la capital zamorana en sus diferentes recintos.

Pese a los intentos municipales, las órdenes fueron establecerse primero en los lugares que llevaban precintados desde hacía meses. El tramo de la Vega luce ya sin andamiajes, mientras que el de San Martín apenas mantiene unas balizas que durante todo este tiempo han ejercido como marca de acera para los peatones al tener por imposible transitar por la zona vallada. Una vez hayan concluido estas intervenciones, el anhelo de la capital es que el Estado mantenga su espíritu inversor y acometa un plan integral de restauración y consolidación de las murallas de Zamora. Ejemplos hay muchos. Ahí se encuentra la ronda de Puerta Nueva, antigua ronda del Degolladero, donde cada vez con más frecuencia se pueden encontrar deficiencias en la estructura del trazado fortificado. Y lo mismo ocurre con la avenida de la Feria que, tras décadas situada “a la sombra” de los edificios que la tapaban, su descubrimiento ha dejado al descubierto las necesidades de intervención.

La muralla de Zamora es un importante patrimonio que necesita del mimo de todas las administraciones para continuar luciendo y convertirse cada vez más en un reclamo turístico. Por algún sitio se debe comenzar.