“Aliviar los dolores emocionales” propios de la adolescencia. Esa etapa en la que el mundo se vuelve hostil y una amenaza explica que muchos chavales encuentren en los porros la pócima para aligerar ese peso.

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La “poca tolerancia a la frustración”, la falta de herramientas para “afrontar la vida de forma sensata y serena” son aspectos que se trabajan en la terapia individual del programa Fénix dirigido a adolescentes y jóvenes iniciados en las drogas o que abusan de ellas, detalla la psicóloga experta en adicciones y coordinadora del CAD, de Centros y Programas de Cáritas, Chus Sánchez. Los usuarios llegan perdidos, “sin saber cómo afrontar el día a día, ni las situaciones menos complicadas que la vida les coloca delante, con una autoestima muy baja”. Con el consumo principalmente de porros, estos chavales “han perdido la oportunidad de madurar, de hacerse fuertes frente a los problemas y las emociones negativas. Y acuden al consumo para calmar esa ansiedad que les provoca el día a día”. Las terapias inciden en facilitarles herramientas emocionales y sociales para volver a vivir, para aprender a vivir, subraya Chus Sánchez. El confinamiento supuso un parón en esas terapias individualizadas y con la familia, por eso “fue muy duro, muchos recayeron. Ha sido terrible, la gente ha sufrido mucho”, a pesar de las sesiones telemáticas, “que han funcionado muy bien”.