“El 1 de febrero de 1949, D. Isidro Vaquero Esteban abrió una pequeña droguería en la Calle del Riego”. Así reza el inicio de un cartel en la última de sus tiendas. Droguerías Vaquero cerró este agosto su último local en Zamora. Pero la historia de uno de los negocios más relevantes, tanto dentro como fuera de la ciudad, no comienza aquí. Begoña Vaquero, hija de Isidro Vaquero relata la trayectoria de su padre, de cómo la curiosidad y las ganas de saber de este zamorano le convirtieron en un hombre sumamente perspicaz para los negocios, cualidades que le permitieron obtener el ansiado éxito que la mayoría busca.

“Cuando mi padre solo tenía 14 años comenzó de aprendiz en la farmacia de Pinilla Olea, y allí aprendió el oficio”, comienza Begoña. Para su sorpresa, encontró entre papeles antiguos, ya color café por el paso del tiempo, el contrato que especificaba el sueldo, de unas cuantas pesetas, que llegó a percibir el joven empleado a su paso por la farmacia. A raíz de aquí, el mundo de Isidro comenzó a girar en torno a los productos que se vendían por aquel entonces en las farmacias: azufre, productos químicos, fitosanitarios, abonos para el campo o herbicidas.

Tras el aprendizaje vino la práctica “real”. El empresario sacó a delante la primera tienda propia a base de vender carburos y pintura, la cual “no venía envasada como ahora, mi padre se tiraba horas y horas dándole vueltas hasta lograr una masa compacta”. Y, entre risas, Begoña recuerda que “mi madre le daba hasta de comer, pero, ¡literalmente!”. Relata que “mi padre comenzó a promocionar sus productos con una Vespa por los pueblos y, más tarde, cogía el carromato y se encargaba de realizar el reparto”.

En el año 1941 los tupés y los moños perfectos de las mujeres zamoranas, envueltos en laca, incrementan las ventas de este producto, junto a colonias y a pintalabios, “entonces había cuatro colores y una marca”. Con estos artículos llegó el éxito a la primera tienda “Drogas Vaquero”, situada en la Calle del Riego.

Mientras “Los Beatles visitaban España” en el año 1965, a Isidro se le hacía pequeña la tienda. Sus ganas de emprender y prosperar no parece que tuvieran fin. Así que, se traslada “a un local más grande en plaza del Maestro Haedo”. Once años más tarde, en el 1977, se forma DAPER, un grupo constituido por distribuidores de productos de perfumería y droguería de todo el país del que este inquieto empresario zamorano fue presidente hasta su disolución.

Begoña comenta que “en 1991 abrió la tienda Aloha”, en la calle de Santiago y el negocio “creció y creció”, siendo sólo uno de la serie de ambiciosos proyectos en mente del emprendedor. Tristemente, fallece siete años después. La hija del histórico empresario zamorano afirma que “iba todo fenomenal”, pero se torcieron un poco las cosas con la crisis del 2008, “aunque se siguió manteniendo”. Los cambios en el hábito de consumo de las personas comienzan a influir negativamente en 2014: abren grandes superficies contra las que luchar; y las tiendas de los pueblos, a las que repartía Isidro, van desapareciendo, los pueblos se quedaban vacíos. Droguerías Vaquero decidió dejar la distribución y dedicarse íntegramente a la venta en sus tiendas. Finalmente, el COVID remató la faena. Tras 22 años en la empresa y con lágrimas en los ojos, uno de los empleados de la última tienda, Raúl, cerraba la trapa sabiendo que no volvería a ir al día siguiente. El cartel que cuelga en este establecimiento termina así: “Gracias a todos los zamoranos por habernos acompañado durante estos 71 años”.