Aunque el estudio estaba listo en 2018 y aún no ha sido publicado, el verano trajo una de esas noticias tan especiales sobre el ámbito arqueológico. Un grupo de especialistas ha logrado documentar lo que se suponía: el asedio romano al castro astur de Las Labradas. El uso del programa de reconocimiento geográfico LIDAR y muchas horas de trabajo ha permitido probar que el enclave fue rendido “a sangre y fuego”.

En nombre de todos, José Ángel Hierro detalla los pormenores de la investigación y las expectativas futuras que arrojan los resultados.

–Son un grupo de especialistas en diferentes materias, pero el castro de Las Labradas los ha reunido a todos, ¿por qué motivo?

–Fue casi por casualidad. Cuando observamos varias estructuras en Las Labradas a través del programa de datos LIDAR, pensamos que aquello tenía buena pinta. Uno de los compañeros, Julio Manuel Vidal, ya conocía la zona y había hecho alguna publicación, en concreto, sobre la unión de Las Labradas con El Marrón. Cuando identificamos el campamento de La Mina, nos dimos cuenta de que merecía la pena estudiar la zona. Se trata de un yacimiento muy interesante que, pese a tener una historia de novela, ha pasado sin pena ni gloria. Nunca se ha trabajado lo suficiente sobre el territorio, pese a que puede ser clave para entender cómo fue la conquista romana del sur del territorio astur. Teníamos la prueba indirecta de los tesoros y, al descubrir, de forma casual, estas estructuras militares romanas relacionadas con un asedio, impulsamos la investigación.

–¿Cómo se explica que después del hallazgo de los tesoros de Arrabalde apenas se haya investigado sobre un yacimiento que parece de primer nivel?–

Quizá no ha interesado a un investigador en concreto, al margen del estudio más amplio sobre la Edad del Hierro en Zamora realizado por Ángel Esparza, quien llegó a encontrar restos como alguna cabaña. A lo mejor pesa un poco la “historia negra” o maldita, del ocultamiento de joyas y de todo lo que ocurrió con las pretendidas excavaciones de Germán Delibes de Castro y la oposición de los vecinos.

–El sistema LIDAR ha sido clave en los avances de este estudio, ¿en qué consiste?

–Sin entrar en profundidad, el sistema LIDAR consiste en un escaneado desde aviones o drones a través de un láser que va tomando puntos que contrasta con las altitudes que encuentra. Así es como compone una serie de capas que se pueden ir quitando para quedarnos únicamente con lo que nos interesa. A partir de ahí y con la ayuda de diversos programas informáticos, se construye un modelo digital en el que se ve una recreación del terreno eliminando lo que no sirve, por ejemplo, la vegetación. Es una herramienta muy útil, con la ventaja de que puedes estudiar el territorio desde tu propia casa.

–Es decir, que se trata de una especie de excavación, pero sin excavar…

–Más exactamente, sería como una prospección geofísica, pero sin hacerla. En el caso de los campamentos romanos, que son relativamente fáciles de identificar en fotografía aérea, esta herramienta es ideal. Por ejemplo, La Mina solo se ve con el sistema LIDAR.

–¿Qué información les ofrece el programa en el caso de Las Labradas que hace saltar las alarmas?

–El hecho de ver sobre el terreno una estructura que ya se conocía a través de la gente que había recorrido la superficie y que ahora se identifica claramente como una fortificación con una entrada exclusiva de los campamentos romanos: una puerta en clavícula. Se trata de un acceso característico, con un desvío hacia el interior para que el enemigo, si quería entrar, no lo pudiera hacer en tromba debido a su estrechez y, al mismo tiempo, dejara al descubierto el costado derecho, la parte donde lleva el arma y no el escudo. Así que si tienes un gran “oppidum” (poblado) astur, con un ocultamiento de tesoros fechado en torno al cambio de era que se sabe que está relacionado con la conquista romana, con un campamento romano justo al lado, lógicamente dices: aquí se ha producido un asedio. Y esta es nuestra hipótesis, muy bien documentada a mi juicio.

–Porque el asedio se presumía, pero no se había podido documentar, ¿verdad?

–Se daba por hecho por el ocultamiento de los tesoros. Parece que la vida del castro termina con la llegada de los romanos, a falta de mayores excavaciones. Se solía relacionar, por una cuestión de cercanía geográfica, con el campamento de Petavonium, que está justo al lado. Lo que pasa es que este enclave es, casi con toda seguridad, posterior a la conquista. Además, en el caso de los asedios, los que se conocen de esta época son de proximidad y Petavonium queda lejos para eso. Aquí se trata más bien de un gran “oppidum” indígena, rodeado por campamentos y estructuras más pequeñas, “castella”, para, de una manera u otra, acabar conquistándolo.

–Es decir, que los romanos eran conscientes de que no iban a conquistar el castro ni en un día ni en dos.

–Probablemente. En un lugar así, el asedio frontal se les presentaría como algo imposible. Básicamente, lo que hacían era rendirlo o debilitarlo mucho para asaltarlo a continuación. En la península hay muchos ejemplos, el de Numancia el más conocido, y últimamente se están documentando varios, algunos incluso con restos humanos. Nosotros pensamos que es probable que Las Labradas fuera asaltado, pero solo una excavación arqueológica arrojaría luz en ese sentido. Aquí, queremos dejar claro que lo nuestro solo es un punto de partida para hacer un trabajo posterior que no necesariamente tenemos que hacer nosotros. Es un sitio que merece la pena, maltratado durante décadas por la dejadez institucional y la acción de los furtivos. Probablemente, cuando decida actuar ya no quede nada.

–La investigación aporta información sobre el entorno del castro, pero ¿han podido avanzar algo sobre el interior de la fortificación?

–No sabemos nada más que lo publicado, que había cabañas de piedra con materiales perecederos. No se puede ir más allá con los datos que manejamos. Ratificamos lo que ya propuso de forma intuitiva el profesor Esparza, ratificado con datos LIDAR por Julio Vidal y que nosotros hemos terminado de rematar: la unión de los dos recintos en un único castro y una especie de ampliación, precisamente, en la zona por la que fue atacado.

–Si tuviera que convencer a la Administración de la necesidad de realizar una excavación en el yacimiento, ¿qué argumentos le daría?

–Diría que se trata del “oppidum”, por extensión, más grande del territorio astur en la Edad del Hierro, con 42 hectáreas, con unos imponentes aparatos de murallas en los que se encontraron los dos tesoros del periodo más importantes de la península. Y ahora, además, está documentado el asedio a un gran castro astur. Lo tiene todo para ser un yacimiento emblemático. A mayores, está también la ya tradicional discusión sobre si realmente se trata de la Lancia de los astures. Excavar en Las Labradas y los campamentos del entorno ayudaría a resolver ese problema. Se descubriría así si el yacimiento zamorano es la ciudad astur o si esta se encuentra en el municipio leonés de Villasabariego.

–Corren malos tiempos para la arqueología, máxime ahora cuando la pandemia ha consolidado aún más las prioridades en las inversiones. ¿Cómo justificaría usted la necesidad de seguir apostando por las excavaciones y el conocimiento del pasado?

–Son tiempos pésimos, sí. Entiendo que actualmente haya otras prioridades, pero tampoco nunca se destinó mucho dinero a la arqueología. El virus puede ser la puntilla a un sector que está suficientemente valorado. En otros sitios de Europa, la diferencia de inversión es brutal. Invertir en arqueología es hacerlo en cultura, en conocer el pasado para conocer mejor el presente. Se destina dinero para cosas, a mi juicio, prescindibles, pero ahí no hay debate. Si se afianza una política al margen del conocimiento, después puede dejarse de invertir en los libros o en cualquier otra cosa que no se come o que no produce un beneficio inmediato. Al final, ya sabemos cómo acaban estas cosas: con sociedades idiotizadas y manipulables, desconocedoras de su pasado, presente y futuro.

–Desde el punto de vista de la conquista romana de Hispania, ¿su investigación aporta algo nuevo?

–Nuestro estudio concluye que la conquista del territorio astur fue igual de violenta que, por ejemplo, el sur de la región cántabra, donde se han documentado los grandes asedios romanos. El sur de la antigua Asturia romana, que llega hasta Zamora, siempre ha quedado un poco olvidada. Nuestro hallazgo revaloriza esta parte y demostramos que no hubo mucha diferencia en las conquistas de esta zona con respecto de áreas más septentrionales. Los romanos entraron a sangre y fuego en todos los territorios y arrasaron aquellas culturas que no se doblegaron.Viene de la página anteriorPasa a la página siguiente