El Lejano Oeste nunca volverá a ser igual. Eli Wallach, el hombre que dio vida al mítico Tuco de "El bueno, el feo y el malo", dejaba días atrás el mundo de los vivos, justo el mismo año en que se celebra el medio siglo del inicio de la trascendental "Trilogía del dólar" con la que Sergio Leone revitalizó el western.

En aquel año de 1964, sin embargo, nadie podía anticipar la relevancia que habrían de tener las tres películas que, en tres años sucesivos, rodó y estrenó el cineasta napolitano. No lo tenían, de hecho, los productores Arrigo Colombo y Giorgio Papi, que contrataron a Leone para dirigir un modesto spaghetti-western, cuyo presupuesto se limitaba a apenas 200.000 dólares.

Leone fue a lo fácil y trató de replicar la fórmula que John Sturges había empleado para su exitosa "Los siete magníficos" (1960): adaptar en clave western una película de samuráis del maestro japonés Akira Kurosawa. El napolitano eligió "Yojimbo", la aventura de un samurái errante que trata de aprovecharse de la enemistad entre dos familias rivales.

Las apreturas económicas obligaron a Leone a renunciar a un protagonista de relumbrón (su preferido era Henry Fonda) y tras varias pruebas ofreció el papel a un desconocido secundario de la serie norteamericana "Rawhide": Clint Eastwood. Para el papel del villano, el brutal Ramón Rojo, Leone seleccionó a Gian Maria Volonté, actor italiano de formación teatral.

La película, titulada finalmente "Por un puñado de dólares", se rodó con rapidez, completando los interiores en Cinecittà y los exteriores entre Almería y Colmenar. La producción era tan modesta que, en los créditos, el trabajo de Leone y del resto de técnicos italianos quedaba enmascarado por pseudónimos de sonoridad angloparlante, para que el público no detectase el carácter local de la producción.

Leone, sin ir más lejos, se ocultaba bajo el alias de Bob Robertson, un homenaje a su padre, Vicenzo Leone, que había trabajado en el cine mudo con el sobrenombre de Roberto Roberti.

Pero el sentido de la acción del cineasta italiano y la banda sonora del gran Ennio Morricone afilaron un producto que, ya desde su estreno, resultó un éxito resonante. Tanto que Akira Kurosawa demandó a Leone y los productores por plagiar, sin permiso, el guión de su película.

Kurosawa ganó el juicio y con él una porción de los jugosos ingresos de "Por un puñado de dólares". Pero Leone se ganó el derecho a firmar con su nombre, y triplicó presupuesto para un nuevo western, "La muerte tenía un precio" (1965), otra vez con Eastwood y Volonté al frente de un reparto que completaba Lee Van Cleef, y con Morricone radicalizando su ya de por sí arriesgada apuesta musical.

La melodía de esta segunda película, con su vibrante arpa judía, es todo un clásico del siglo XX.

El éxito de "La muerte tenía un precio", que superó incluso al de "Por un puñado de dólares", propició una tercera entrega: "El bueno, el feo y el malo" (1965). Con Eastwood y Van Cleef de nuevo en acción, y con Morricone firmando otra partitura histórica, Leone optó por un tono picaresco, para lo cual completó el guión, esbozado por él mismo y por Luciano Vincenzoni, con las aportaciones de Agenore Incrocci y Furio Scarpelli.

Pero el gran acierto fue de casting, al seleccionar para el papel de Tuco, ese "feo" que da el contrapunto humorístico al pistolero "bueno" al que da vida Eastwood, a Eli Wallach, actor de sólida formación teatral que había interpretado al villano de "Los siete magníficos". Y Wallach lo bordó, creando un personaje fascinante e irrepetible, un canalla sin escrúpulos, lenguaraz y malicioso, al que, sin embargo, es imposible no coger afecto.

El resto es historia del séptimo arte. Leone aún tendría tiempo de completar otras dos obras maestras, como son "Hasta que llegó su hora" (inexplicable traslación del original "C'era una volta il West") y "Érase una vez en América". Eastwood, convertido en un cineasta de relieve, les dedicó a él y a Don Siegel su magnífica "Sin perdón" (1992). Tanto Eastwood como Morricone siguen dando muestras de su talento aún medio siglo después de la mítica trilogía. Como también lo hacía Eli Wallach, actor hasta el final, aunque nunca volviese a brillar tanto como en aquella epopeya por el desierto de Almería.