No aprenden música ni se les enseña las notas musicales, sin embargo los niños que participan en el programa de Musicoterapia de Adavas logran expresar sus sentimientos sirviéndose de esta herramienta. A pesar de su corta edad, quienes participan en esta terapia tienen por delante el reto de superar el impacto emocional que supone haber sufrido maltrato, agresiones o abusos sexuales, algo que si para un adulto ya es difícil asimilar, para los pequeños es aún más complicado.

La terapia está dirigida a menores a partir de dos años y la experiencia desarrollada por esta asociación permite asegurar un importante éxito que se traduce en cambios positivos en el comportamiento del niño. La responsable del programa, Vanessa Vannay, explica que para el 99,9 por ciento de los pequeños la terapia es «satisfactoria», porque expresan sus miedos, rabia o ira de una «forma saludable».

El «abordaje emocional» de estos sentimientos permite que los niños adquieran más seguridad en sí mismos, aumenta su autoestima, aprenden a pedir ayuda y, en definitiva, disponen de recursos con los que canalizar sentimientos que en la mayoría de los casos tienden a ocultar.

De hecho, esta experta asegura que en muchos de los hogares donde se produce violencia o abusos sexuales, son los propios padres los que eluden hablar de este tipo de situaciones, confiando en que así los niños lleguen a olvidar los problemas, cuando lo que se consigue es todo lo contrario. El menor «percibe todo», continúa Vannay, y cuando la madre le dice «no me pasa nada» le está generando un conflicto que acaba manifestándose en conductas como «arrancarse los pelos o morderse las uñas», por ejemplo.

Vannay lamenta que cuando esto sucede, los sentimientos no aflorados se hacen más grandes y al final «salen a la superficie» en forma de un bajo rendimiento escolar, un mal comportamiento, pueden tener problemas para dormir o se vuelven a orinar en la cama.

En este sentido, advierte que la mayoría de las madres acuden a este servicio cuando detectan problemas de conductas en sus hijos, que son comunes en los niños que han padecido violencia directamente o indirectamente en el seno familiar. Los menores presentan retraimiento, son muy tímidos, padecen bloqueos emocionales, están poco relajados, tienen poca seguridad en sí mismos, muchos miedos e incluso expresan agresividad. Esta forma de terapia se basa en juegos prediseñados y planificados «milimétricamente» para que sean lo más efectivos posible para ayudarles a liberarse de la carga que supone guardar sentimientos que no entienden y los miedos que padecen. Se ha demostrado que el trabajo con la música ayuda a los niños en su autoestima, previene la depresión y mejora su rendimiento.