Rogar por las almas de los fieles difuntos era el principal fin de los toresanos que hace más de 400 años crearon la Cofradía de Jesús Nazareno y Ánimas de la Campanilla, y en la mañana de ayer la hermandad cumplía un año más su objetivo fundacional en una solemne misa que se celebró en el propio cementerio municipal de Toro.

La cofradía mantiene viva esta tradición que celebra cada domingo posterior a la fiesta de los Fieles Difuntos del 2 de noviembre, y en las vísperas preparan un catafalco en el centro del camposanto para que llegado el momento de la celebración el capellán pueda oficiar la Eucaristía en el lugar, rodeados de las tumbas de los toresanos difuntos.

A las 10 de la mañana los hermanos de Jesús Nazareno y Ánimas de la Compañía partían de la iglesia de Santa María de Roncesvalles y Santa Catalina para recorrer en procesión las calles de la ciudad hasta el cementerio. El recorrido de ida y vuelta contaba con diez paradas para rezar diez responsos por los hermanos fallecidos. Tras abandonar el templo de salida la primera parada fue en el cruce entre la calle El Sol y la calle Rejadorada, el segundo frente al ayuntamiento, el tercero en la iglesia de Santo Tomás, el cuarto en el emplazamiento del antiguo cementerio -junto al cuartel de la Guardia Civil-, el quinto en el primer badén del Camino del Cementerio y el sexto en la entrada del camposanto. Tras la eucaristía, el camino de regreso contó con paradas en el cruce de San Antón con el Paseo del Canto, el cruce de las calles Arbas y Tablarredonda, en la plaza de Santa Marina bajo el Arco de Reloj, y el último responso se rezó en el cabildo de Santa Catalina.