Félix Feo fue durante 35 años, hasta su desaparición a mediados de los 90, el yegüero encargado de la reconocida Yeguada Torre Duero, situada en la antigua pedanía homónima, radicada en el término de la vecina Torrecilla de la Abadesa (Valladolid). Una empresa que desde finales de la década de los años sesenta situó a sus pura sangre ingleses entre los cuatro primeros puestos de las estadísticas anuales de criadores de caballos de carreras. Recientemente los hijos de uno de sus antiguos propietarios, los hermanos Javier y Juan Navarro-Reverter, han reactivado el proyecto de cría de caballos de carreras para otras personas o entidades repoblando la vieja pedanía.

-¿Mantiene contacto con ellos?

-Sí, cuando me parece cojo el coche y me voy a verlos. La verdad es que nunca he llegado a dejar el oficio, me tira mucho y, además, me llaman para que vea a algunos animales, como en la yeguada de Juan Antonio Rodríguez Yáñez, «Garoña PRE»; los del picadero de Pepe, en Vezdemarbán, y también veo los de Feijó, el ginecólogo de Zamora, que tienes seis ejemplares en la recta Coreses , pero cuando me llaman para ir lejos ya no quiero ir, entonces llamo a la veterinaria, Yolanda.

-¿También le consultan los veterinarios?

-La práctica hace mucho, claro, pero ellos saben más de teoría; tengo contacto con muchos de ellos e intercambiamos cosas.

-¿Se ha tenido que enfrentar a situaciones muy difíciles?

-Me ha tocado luchar mucho con ellos: los cólicos, las fracturas, y había muchas lesiones, porque el mayor problema que hay en los caballos de carreras es que se les rompen los tendones a causa de la velocidad. Aunque lo peor eran los cólicos, porque tienen el estómago muy pequeño, por eso se les dan tres comidas al día. Ahora, si coges un cólico a tiempo lo llevas a operar rápidamente, pero entonces no, tenías que arreglártelas a base de suero, a lo mejor le ponías hasta 30 litros y vaselina en las narices para ayudarle a expulsar; había algunos que se salvaban, pero no era fácil, porque cuando ya se les ponía tanto suero aquello era como que explosionaban.

-Los caballos que se criaban en Torre Duero se llevaba al hipódromo al año y medio para ser preparados para las carreras, ¿conseguían introducir muchos?

- Si había 1.200 caballos, nosotros metíamos alrededor de 70 potros. Se traían de importación y luego se recriaban en la yeguada y salían todos a subasta, porque los propietarios los llevaban ellos mismos a subastar. Se hacía primero una subasta particular, en la yeguada, y otros normalmente los llevábamos a Madrid, porque a la gente le costaba más desplazarse hasta aquí.

-La empresa actual, Torre Duero Racing cuenta con 98 cabezas, ¿cuántas llegaron a tener antaño?

-Hubo hasta 450 yeguas, además de los potros y los sementales que tenían algunos particulares.

-En una yeguada tan prestigiosa. ¿ habrá criado caballos de personas importantes?

-Pues si, los de Lorenzo Sanz; de Martín Berrocal, el suegro del Cordobés; el director del Banco Fierro, Arturo Fierro; Marita Villalonga, el secretario de Evita Perón o el que el presidente del Banco Vitalicio, Carlos Molins, regaló a su mujer por su cumpleaños, se llamaba Príncipes Duero y ganó muchos premios. Tuvimos otros muy premiados como Castilla, Colorines a Tinto de Toro, que pertenecía a la yeguada.

-¿Usted también «susurraba a los caballos»?

-¡Uy!, la voz la conocen perfectamente. Fíjese que teníamos los animales a 400 metros de los boxes y , a lo mejor estaban en «ca el demonio», porque eran praderas muy grandes, pero les llamabas desde el portón una o dos veces y ya los tenías allí. Además, el caballo es un animal muy noble, todo lo que le hagan lo agradece -normalmente los animales según les tratas así te miran-, aunque, ¡ojo con hacerle una cosa mala a un caballo, que te la guarda! A uno de los mejores, Príncipe Duero (sus descendientes siguen cosechando premios), le dio un cólico y sólo me dejó entrar en la cuadra a mí.

Toro, 1936

Aunque fue «criado» en Villabuena del Puente hasta los 14 años, desde entonces, Félix Feo, que pasa por ser el último yegüero de Toro, siempre ha vivido en esta ciudad. Hasta los 26 años se dedicó a cuidar ganado y a partir de entonces y durante 35 años, hasta su jubilación hace 13, fue el encargado de la yeguada Torre Duero. Está casado, tiene dos hijos, tres nietos y una nieta. Esta última estudia Veterinaria, algo en lo que puede haber influido su abuelo, aunque él lo rechaza modestamente.