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Un grupo de personas disfruta del almuerzo semanasantero.ANA BURRIEZA

El desenfreno del dos y pingada

Cientos de personas celebran el fin de la cuaresma frente a un buen trozo de jamón y dos huevos fritos: del recogimiento a la alegría

"Ya resucitó el señor y repican las campanas. Prepara el almuerzo, chica, y fríe dos y pingada". La tradición del Domingo de Resurrecciónvolvió ayer en Zamora al centro de la mesa de cada hogar de la capital, como manda el cancionero popular que anuncia el fin del ayuno de cuaresma.

GALERÍA | No hay Domingo de Resurrección sin el "dos y pingada" en Zamora

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El jolgorio en la Plaza Mayor y aledaños comenzó en cuanto culminó la procesión, a la misma hora en que en otro tiempo se daba rienda suelta al almuerzo para inaugurar el tiempo post cuaresma con varios trozos de jamón magro (de media curación) pasados por la sartén junto a dos huevos fritos y pan también frito.

A partir de mediados del siglo pasado, se va asentando este plato como broche final a la Semana Santa como típico de Zamora, tras la procesión del Resucitado. Entonces se echaba mano de la matanza del cerdo para darse al placer de comer carne.

Un grupo de amigos y amigas degustan el tradicional plato.

Este sencillo menú -ideado por cargadores de laCofradía de la Santísima Resurrección en 1951 al finalizar la procesión en el barrio de La Horta- fue ayer devorado por turistas, por zamoranos y zamoranas. Saturaron bares, tascas y restaurantes para rendirse ante el plato más llano de la tradición culinaria de la capital que, pasados los tiempos de escaseces, se ha ido adornando con chorizo y hasta lomo adobado, eso sí, todo frito.

Una familia disfruta del almuerzo típico zamorano del Domingo de Resurrección. | Ana Burrieza

Con este manjar, se deja atrás el ayuno cuaresmal a que obligaba la Iglesia católica. La buena sangría o el vino de la tierra zamorana tampoco faltaron ayer para ayudar a digerir estos "pobres" ingredientes esenciales por un día en la carta de la hostelería.

El cielo absolutamente despejado y las temperaturas de hasta 26 grados, aliviadas por una ligera brisa, animaron a cientos de personas a comer fuera de sus casas. Resultaba imposible encontrar sitio ni dentro ni en las terrazas de los establecimientos sin haber hecho antes una reserva. El gentío llegaba hasta la margen izquierda del río Duero, en cuyos locales también era más que difícil sentarse.

Dos amigas degustan el plato de fin de cuarema. | Ana Burrieza

Los Herreros era un hervidero de gente que llevaba en volandas a quien osaba entrar en la angosta y popular calle, la más representativa del tapeo en Zamora.

La Plaza Mayor y las zonas adyacentes no se quedaron a la zaga, con un constante trasiego de personas que permaneció invariable hasta bien entradas las cuatro de la tarde, cuando terminaban los últimos comensales de degustar el dos y pingada para entregarse al café y la copa. Empezaba la Pascua, la alegría.

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