Bercianos de Aliste abría ayer las puertas de par en par a la pasión y muerte de Cristo más ancestral, singular, religiosa y humana con una procesión, la del Domingo de Ramos, donde los hombres y mujeres revivieron una tradición que mantiene su esencia devocional, social, humana y penitencial desde hace casi cinco siglos.

Las campanas de la iglesia de San Mamés volvieron a sonar, rompiendo con el tañir del badajo de hierro sobre el bronce los sonidos del silencio de la ribera del río Aliste, a la vera de la montaña por donde la vereda de Galicia traía y llevaba a los campos de Castilla a los segadores a quien cantó Rosalía de Castro: "Castellanos de Castilla / tratadme bien a los gallegos, / cuando van van como rosas, / cuando vuelven, como negros".

Y llegó la hora, adiós a los yugos de madera de negrillo de tiempos de Compostela que desafiaron al tiempo y a las inclemencias atmosféricas y sucumbieron a la muerte maderera de la carcoma. Yugos nuevos, de abeto criado en las montañas de la lejana NoruegaNoruega, tratados por expertos en plagas de Alemania. Formas conseguidas por las manos de los propios feligreses, belleza y seguridad que en lo alto de la espadaña permitieron volver a voltear las campanas en un domingo alegría, sabiendo que en la tarde de Jueves Santo el Gloria dará paso al silencio y al luto donde la "matrácola" entonará la llamada a rezos y penitencias.

Fernando Lorenzo Martín ofició los actos religiosos en una soleada mañana de primavera, flanqueado por el alcalde y el presidente del Santo Entierro, Fernando González Rodríguez, y un cargo de la Hermandad.

Devotos, vecinos y emigrantes, cofrades -hombres y mujeres- procesionaron con los verdes ramos de laurel ofrecidos por los mayordomos de la parroquia de San Mamés, Juan Miguel Blanco del Río y Juana Pérez Martín, antes de llegar una Semana Santa donde los tiempos y ritmos de la vida los marcarán el sufrimiento y la muerte de Jesús de Nazaret.

"El que no estrena el Domingo de Ramos no tiene ni pies ni manos", decíamos los niños alistanos allá por los años 70 y ayer Bercianos estrenó sus flamantes yugos y refrendó sus valores para volver a dar vida -y ya van al menos 482 años- a su Semana Santa, única, con reconocimiento humano e institucional: Bien de Interés Cultural y Fiesta de Interés Turístico Regional de Castilla y León. La mágica y peculiar "Pasión de un Pueblo" que no necesita resurgir de sus cenizas, pues los penitentes del Santo Entierro, sus mujeres y varones, nunca dejaron ni dejarán apagar las llamas de una historia, un origen y una tradición.