El sueño es un nutriente igual de necesario que la alimentación, no solo para los niños sino también para los adultos. A través de él reconstituimos un montón de funciones tanto físicas como cognitivas. En el caso concreto de los niños la hormona del crecimiento se segrega por la noche y entonces será de vital importancia que los menores puedan descansar bien para desarrollarse correctamente.

Eso sí, según reconoce Laura Pazos, psicóloga clínica con especialización en infantojuvenil, es en torno a los dos años de edad cuando los menores suelen desarrollar miedo al irse a dormir. "Suele coincidir con la capacidad de los peques de imaginar pueden hacerlo con cosas fantásticas pero los seres imaginarios también forman parte de esta capacidad y pueden imaginar situaciones, entes extraños, y pueden aparecer los miedos", señala.

Igualmente, argumenta que, dado el sueño es evolutivo y una forma natural de hacerlo implica que los menores tengan pesadillas o terrores nocturnos. "Cuando suceden de forma normal, de forma puntual no hay que darle mucha importancia porque forman parte del sueño, pero si se dan de forma recurrente, con varios episodios en semana, o incluso diariamente, debemos pensar que esto está asociado a una mala higiene del sueño durante el día", afirma.

Revisar rutinas

Entonces, Pazos considera que en estos casos lo primero que hay que hacer es revisar las rutinas porque lo que puede suceder es que haya una sobreestimulación del menor. "Puede ser que haya un sueño insuficiente en el caso de peques que todavía necesiten siesta, que no la estén haciendo o que la estén haciendo muy corta, o que haya poco descanso nocturno, que no estén durmiendo las horas necesarias por edad, o que en la última parte del día haya un exceso de actividad porque estiramos el parque hasta ultimas horas y a última hora de la tarde están en un nivel de energía a tope", añade.

¿Cómo se vayan a la cama también es importante?

En este contexto, la psicóloga remarca que es muy importante el cómo los menores se vayan a la cama. "Los niños no saben hacer un uso del reloj como tal y saber qué hora es. Para ellos su reloj y cómo organizar su día son las rutinas, una sucesión de cosas que van ocurriendo a lo largo del día asociados a una hora concreta. Todo esto sucede siempre de manera organizada. Cuando esto es así a los peques les guiamos y ayudamos a predisponer a su cuerpo para descansar", indica esta especialista.