Opinión | Crónicas de un paso de cebra

Conductas gregarias de los homínidos

En estos momentos, hay aproximadamente cincuenta y seis guerras conocidas en el mundo

Imagen de archivo de la guerra en Gaza

Imagen de archivo de la guerra en Gaza / Abed Rahim Khatib/dpa

Siempre en el mundo los seres humanos hemos convivido con las guerras, que son conflictos sociales donde los pueblos se enfrentan de manera violenta, con distintas corrientes de pensamiento, por cuestiones estratégicas, por las religiones y por muchas otras causas, de lo que resulta la muerte colectiva o individual de los ciudadanos, así como la ruina de los países.

El senador progresista norteamericano, Hiram Johnson escribió en 1917 que, "La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad".

Lo podemos comprobar en estos días, simplemente viendo las noticias sobre este tema en las cadenas de televisión o leyendo los periódicos de distintas ideologías, donde aparecen declaraciones contrapuestas sobre el inicio de la guerra iniciada, como se ha podido comprobar, por las tropas de Hamas contra Israel. Sin embargo, políticos y comentaristas defienden cada uno de ellos "su verdad".

Muchos pensadores también han definido a la guerra como una conducta gregaria de los homínidos, muy cercana a la etología o comportamiento animal, donde prevalece la agresividad en grado extremo, o lo que es lo mismo, el instinto sobre la razón.

Ya en el Apocalipsis, Juan de Patmos nos relata el final de los tiempos, con la llegada de cuatro jinetes, que simbolizan la peste, la guerra, la hambruna y la muerte.

El de la guerra monta un caballo rojo, el color de la sangre y lleva una espada en la mano.

En estos momentos, hay aproximadamente cincuenta y seis guerras conocidas en el mundo. Además de la citada, contamos con una invasión rusa en Ucrania; también hay enfrentamientos bélicos en el Magreb, Níger, Siria, Birmania, Yemen y un largo etc. donde los homínidos manifestamos nuestro carácter gregario y violento.

Sin embargo, en Grecia, a veces surgía un destello de cordura y en vez de enfrentarse ejércitos contra ejércitos, se elegían a aquellos que deberían luchar para poder salvar de la muerte a mucha gente.

Un ejemplo que deseo resaltar aquí es el cuadro pintado por Jacques-Louis David en 1785 "El Juramento de los Horacios", que fue un encargo de la monarquía, para la corte de Luis XVI, que se conserva en el Museo del Louvre.

El pintor del cuadro se inspiró no sólo en un hecho real del pasado, sino también en una obra de teatro de Corneille, titulada Horacio, representada en 1782, a la que el asistió. En el último acto aparece una síntesis de ese Juramento y sus consecuencias.

Lo que no se puede aceptar es que el elegido por el pueblo cambie, mienta y ejecute acciones contrarias a las que se habían defendido antes de serlo

Al enterarse el ministro de Bellas Artes francés de ello le encargó un lienzo donde plasmase esa parte de la obra.

El hecho histórico que dio lugar a la obra de teatro y a la pintura, ocurrió en el siglo VII a.C. en la ciudad de Roma, donde hubo una disputa entre la ciudad citada y la de Alba Longa, y para solucionarla se llegó al siguiente acuerdo entre los contendientes, que se elegirían a tres contrincantes de cada uno de los ejércitos, los cuales lucharían por la victoria, evitando así una terrible mortandad. Los romanos mandaron a unos trillizos de la familia Horacio y la ciudad de Alba mandó a otros trillizos de la familia Curiacia. De ese combate saldría la ciudad ganadora.

El problema es que había lazos familiares entre ellos: uno de los Curiaceos estaba prometido con una hermana de la familia Horacio, y uno de los Horacios estaba casado con una hermana de la familia Curiacia. Por tanto, acabase como acabase el enfrentamiento, las mujeres de la familia perderían a un ser querido. Estas mujeres son las que aparecen en el cuadro, junto al resto de los personajes, en un patio porticado con tres arcos sobre columnas, muy comunes en las casas romanas.

En la parte derecha y en primer plano aparecen los tres hermanos Horacios, del ejército romano, en el momento en que levantan sus brazos ante su padre, Publio Horacio, que sujeta sus espadas en alto, mientras ellos juran luchar hasta vencer o morir en representación de la ciudad, contra los tres hermanos Curiacios.

En la parte izquierda del cuadro se encuentran tres mujeres sentadas llorando, una anciana consolando a dos niños pequeños, sus nietos, también aparece Sabina, esposa de uno de los Horacios y Camila prometida con uno de los Curiacios. Cualquier victoria será una tragedia para esa casa.

El desenlace es terrible, dos Horacios mueren a manos de sus dos enemigos, estos quedan heridos, y el tercer Horacio debe luchar contra los tres a la vez, ellos lo rodearon, pero el Horacio ideó una curiosa estrategia, echó a correr para alejarse de todos ellos, porque seguramente lo habrían matado, si se quedaba en el sitio.

Su ejército no se creía lo que estaba viendo, pero cuando el tercer Curiacio se acercó a él apresuradamente, estaba muy cansado, lucharon y el Horacio salió vencedor.

Luego se acercó el segundo y también lo venció. Y por fin tuvo que enfrentarse con el tercero, y así cuenta Tito Livio el desenlace:

"Ahora la lucha era igual superviviente contra superviviente, pero ya no tenían la misma moral, ni la misma fuerza (…) se acercó el tercero apenas podía el albano llevar sus armas, Horacio le hunde la espada en su garganta, lo derriba".

Si se hubiera enfrentado con los tres a la vez no hubiera salido vencedor.

Pero aquí no acaba la tragedia ya que, Horacio al llegar a su casa y ver a su hermana Camila, prometida de uno de los Curiacios, llorando por su amado muerto, la mata también.

Y a pesar de todo ello, cuando uno es elegido por el pueblo, se debe acatar lo que el pueblo decide.

Pero lo que no se puede aceptar es que, el elegido por el pueblo cambie mienta y ejecute acciones contrarias a las que se habían defendido antes de serlo.

Eso no es hacer patria, sí faltar a la verdad, y a eso en la paz o en la guerra, se llama traición.

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