La Opinión de Zamora

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Concha Ventura

Crónicas de un paso de cebra

Concha Ventura

Cabeza de lobo comiendo una estrella

El cielo es un lugar muy complejo, donde todo tiene cabida

archivo amanecer nubes altas EUROPA PRESS

El cielo es un lugar muy complejo, donde todo tiene cabida, porque es una esfera aparente azul y diáfana que rodea la Tierra, es también la atmósfera, y el basurero de chatarra que la rodea, eso no podía faltar en estos tiempos.

Cabeza de lobo comiendo una estrella Concha Ventura

En la tradición clásica, se identifica con el lugar donde habitan multitud de seres del Zodiaco y en la cristiana, con la morada en que los ángeles, los santos y los bienaventurados gozan de la presencia de Dios.

La otra tarde me entretuve fotografiando nubes, esas masas de agua que flotan en el aire. El atardecer se tiñó de un misterioso rosa fucsia, un poco más tarde de rojo y de repente, todo él se transmutó en distintos tonos de azul.

Se produjo el milagro y ante mis ojos apareció la cabeza de un lobo azulado, devorando a una estrella luminosa, sobre los tejados de las casas. Capturé ese trozo de cielo y, seguí fascinada observando el curso de las cambiantes figuras que se plasmaban en él.

Y es que, desde tiempos muy antiguos, el cielo no ha sido sólo contado con palabras, también con imágenes.

Aristófanes en su obra Las Nubes, hizo que Sócrates planteara esta pregunta: “Alguna vez, al mirar para arriba, ¿has visto una nube parecida a un centauro, a un leopardo, a un lobo o a un toro?”.

Todos, alguna vez al contemplar el cielo, hemos apuntado con entusiasmo a un sitio concreto de mismo, adivinando las diferentes formas que se iban sucediendo.

También la humanidad, en épocas de sequía, se ha dedicado a buscar a hacedores de lluvia, y en muchos lugares, se hacen rogativas con el santo del lugar o se dispara a las nubes para deshacer tormentas, con yoduro de plata.

El artista japonés Fujiko Nakaya, realiza desde hace muchos años, acciones con nubes, que crea en calles o en lugares en los que se muestra bailando.

Les animo a que visualicen alguna en Youtube, como la Fujico Nakaya’s fog (2006), porque nos crea ambientes fantasmales, entre los que se mueve como pez en el agua.

Aunque me gustan aún más las intervenciones de Berndnaut Smilde’s Nimbus 2022, cuyo nombre y apellido, como pueden apreciar está incluido en sus obras.

Él crea esas esculturas con nubes artificiales, efímeras e inquietantes para que floten dentro de lugares muy diversos, en el interior de un palacete, ante una escalera de época, en una iglesia gótica o en una fábrica abandonada y las fotografía.

Gracias a la labor callada de muchos años, Carlos Tejero y su equipo han hecho posible que seamos conscientes de que hemos podido observar el mismo cielo, que algunos hombres del siglo XV

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Se mete allí con sus equipos, humedece el lugar y luego deja que se expanda humo con unos potentes cañones, para que al unirse con el agua se produzcan las nubes.

Pero ya antes, muchos artistas se detuvieron para mostrarnos el cielo, en el tiempo astrológico que les tocó vivir. Uno de ellos, que tiene que ver con la Zamora del siglo XV, Fernando Gallego, pintó el antiguo retablo de la Catedral de la citada ciudad, del que desgraciadamente solo se conservan dos tablas en dicha catedral, algunas en la iglesia de Arcenillas y otras en diferentes museos, ya que el resto fueron robadas hace años.

Él también fue el encargado de pintar en 1475 el cielo de la bóveda del Patio de las Escuelas Menores de la Universidad de Salamanca, el cual se repitió ese mismo día, el 25 de agosto, pero de 2022 y pudo ser observado como el de aquella noche tan lejana.

En 2060, parece que se repetirá la misma quedada celeste de Saturno, Júpiter, Mercurio, la Osa Mayor, la estrella Arturo, la constelación del Carro, la de Casiopea y de los millones de estrellas que ya no existen

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En 2060, parece que se repetirá la misma quedada celeste de Saturno, Júpiter, Mercurio, la Osa Mayor, la estrella Arturo, la constelación del Carro, la de Casiopea y de los millones de estrellas que ya no existen, pero que por un truco del factor tiempo, se podrán seguir viendo desde este nuestro planeta.

Gracias a la labor callada de muchos años, Carlos Tejero y su equipo han hecho posible que seamos conscientes de que hemos podido observar el mismo cielo, que algunos hombres del siglo XV.

Por si quisieran descubrir historias bien curiosas, les recomiendo el último libro que ha aparecido sobre el tema, Algo nuevo en los cielos, de Antonio Martínez Ron, no tiene desperdicio, porque nos descifra numerosos secretos que estaban ocultos, ayudado por las historias de los pioneros en este campo.

Nos permite entender cómo la humanidad ha podido ascender tan alto y ganar perspectiva sobre el universo.

Y no olviden que, todo esto empezó, por una simple cabeza de lobo que se estaba comiendo a una estrella.

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