Yo no me bajo

Menudo castigo sería ser inmortal, sobre todo si no ha de ser cómo y con quien quiero

Ilustración

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Luis M. Esteban

Luis M. Esteban

"Paren el mundo, que me quiero bajar", dicen que dijo Mafalda y desmintió su creador, el gran Quino, pero ahí sigue corriendo la frase por las redes, que estas no entienden de verificaciones y mucho menos de desmentidos. Me da igual que lo dijera o no ese personaje epatante, simpático y universal. Lo cierto es que quién no ha pensado más de una vez, incluso al día, que este mundo es una puta mierda y que, se pare o no, lo mejor es apearse, tirar de la eutanásica palanca de seguridad y no solo bajarse, sino diluirse en la nada, hasta en la no nada, para fundirse en eso, en el vacío que supone el olvido de los que se quedan cuando te vas.

Porque guerras, desastres naturales o accidentales, cambio climático, injusticias y barbaridades del día a día y, sobre todo, las respuestas que dan quienes hemos elegido que gobiernen el mundo desarrollado (los demás, los de los otros mundos, que son mayoría, no están para estas filigranas), y también, seamos justos, las respuestas que nos damos nosotros mismos para seguir respirando como peces en el cautiverio ,a veces elegido, de un acuario, la verdad es que da para tirarse del mundo en marcha, mandar a la mierda a muchos en general y a más de uno de los que están más próximos en particular y poner punto y final. A tomar viento, por ser elegante, y que, como en las Danzas de la Muerte medievales, cada palo aguante su vela en el más allá y en el más acá, que es mucho más jodido, mucho más, y eso que no es eterno.

Si es lo que hay, si, como canta Serrat, «no hay más tiempo que el que nos ha tocao», si esto es y ha de ser así, un servidor no se baja del mundo todavía a pesar de los pesares y aunque, y vuelvo a mi amiga, uno tenga los chakras menos alineados que la grafía de un borracho, pero ahí los tengo y son míos

Llegados a este punto, parece que o nos vamos deprisa a abrazar el más allá y su eternidad prometida, o a tragar con lo que nos venga como estoicos o resignados cristianos, o, mucho menos decente, como tahúres de taberna que asumen que no llevan buenas cartas en la partida que ha tocado, pero que resulta que es la última y esa siempre se juega, faltaría más. Es lo que hay, que dice una muy querida amiga arancetana, frase que, por cierto, preside un cuadro en mi casa.

Pues sea. Pero si es lo que hay, si, como canta Serrat, "no hay más tiempo que el que nos ha tocao", si esto es y ha de ser así, un servidor no se baja del mundo todavía a pesar de los pesares y aunque, y vuelvo a mi amiga, uno tenga los chakras menos alineados que la grafía de un borracho, pero ahí los tengo y son míos.

Y no me bajo ni por un acto heroico, ni solidario, ni ejemplarizante, que no soy yo tan aguerrido y eso que me gustaría, por vanidad, claro, que a los héroes siempre se les perdonan sus bajezas y se ensalzan sus actos. Ni mucho menos. No me bajo de este mundo por un puro acto de egoísmo, aunque sea tan políticamente incorrecto en esta sociedad de tanto buenísimo insustancial, azucarado e inoperante y, sobre todo, falso.

Me quedo aquí, sí, aquí, en este mundo de mierda. Es más, exijo quedarme aquí a tantos dioses tan displicentes como lejanos a pesar de sus exigencias y su escasa presencia con las que nos caen a sus criaturas. Pero no para siempre, no, que menudo castigo sería ser inmortal, sobre todo si no ha de ser cómo y con quien quiero. No. Exijo quedarme aquí solo para un par de cosas.

La primera, y esencial, dejar a mi hija y a todos vuestros hijos, si es posible, un mundo más decente, menos hipócrita y más seguro que el que hay ahora que escribo. O, al menos, poder seguir gritando que así no, que merecemos no sé si más, pero sí mejor y con mejores guías, que al menos no se crean que somos imbéciles en fase terminal.

La segunda, y esto son mis cosas, así que no me las tenga muy en cuenta quien me leyere, me quedo aquí, y me parece hasta correcto exigírselo a esos dioses tan estirados, para dibujar con las manos en una piel un abrazo que abrace el alma.

Esto último quizás sea el sueño de un pirata, chulapo y canalla, que ya se sabe que siempre son unos sentimentales, pero lo tengo pendiente y me jodería dejárselo pendiente a mi alma en el más allá, sobre todo si es para siempre, porque en el más allá me temo que no habrá cuerpo en el que dibujar un corazón con los dedos. Lo mismo por eso me gusta tanto el más acá a pesar de todo.

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