La errancia y lo humano (2ª temporada del Teatro Principal)

El error humano debería de erigirse como una suerte de expiación, como una rúbrica de un volver a empezar

Patio de butacas del Principal

Patio de butacas del Principal

José María Esbec

José María Esbec

El error es humano y está bien que así sea. En "Crimen y castigo", Dovstoievski afirma lo siguiente: "me gusta que se equivoquen. En esto radica la superioridad del hombre sobre los demás organismos. Así llega uno a la verdad. Yo soy un hombre, y lo soy precisamente porque me equivoco". Si no descuidamos la etimología, la "errancia" posee una doble procedencia latina: un cruce entre los verbos "iterare" (viajar) y "errare" (equivocarse) que nos conduce a la idea imposible de llegar a un lugar. Remite a una salida del camino por error. Un caminar descuidado, sin rumbo. En ese caminar errante se sitúa buena parte de la sociedad occidental, en unos tiempos líquidos en los que ni siquiera tenemos capacidad para anclarnos a las costumbres que generamos. Todo parece estar diluido.

Encuentro oportunas las palabras del autor ruso y su relación con el error. Estos tiempos constituyen una huida de lo humano hacia un mundo tecnológico voraz, que contribuye a la inmediatez, a la medialidad y a la búsqueda de la perfección digital. El filósofo surcoreano Han explica la importancia de la vida contemplativa, de lo que él llama "el buen mirar", que nos conecta con la cultura superior. En ese mismo sentido, Nietzsche considera enferma, agotada y en declive, aquella sociedad que reacciona de inmediato, de modo impulsivo y sin gobernar la mirada y el pensamiento con soberanía. Por ello, el error humano debería de erigirse como una suerte de expiación, como una rúbrica de un volver a empezar. En el error se anclan emociones, qué duda cabe, y a través de él nos asomamos a los abismos convirtiéndonos en seres ateridos pero que encuentran el calor en la mejora. El error y la emoción nos hacen mejores.

Hemos de ser conscientes de que estar en un teatro es un acto de resistencia. Es una de las pocas cosas que seguimos haciendo en comunidad. El teatro siempre pertenecerá a quienes ven poesía en el día a día, a quienes se sientan a mirar porque sí, a quienes juegan con niños…

El teatro es humano. Muy humano. Celebra la vida y las emociones. Pocas cosas más humanas que este juego en el que sus oficiantes ponen los propios cuerpos al servicio del espectador. Por ello, a lo humano, y a lo teatral –que ya hemos visto que es lo mismo– lo caracteriza lo que Sócrates llamó el "logon didonai", o sea, la búsqueda de razones. El porqué de nuestra estadía aquí. Y eso, que es muy humano, está lleno de emociones. Lo que quiero decir es que la vida está llena de emociones. Y en el teatro hay mucha vida. ¿Qué hay de todo esto en los famosos versos de Santa Teresa que todos conocemos? ¿O cuanta emoción contenida en el personaje de Segismundo de "La vida es sueño"? Cuánta emoción en las famosas décimas del personaje de Calderón cuando enuncia: "En llegando a esta pasión/ un volcán, un Etna hecho/ quisiera sacar del pecho/ pedazos del corazón". Cuánta emoción en la incapacidad para moverse de un descampado de Vladimir y Estragón en Esperando a Godot: "Vámonos. / No podemos. / ¿Por qué?/ Esperamos a Godot…". Qué emoción la de Laurencia, personaje protagonista de Fuenteovejuna, que tras ser violada se enfrenta a los hombres de su pueblo, entre ellos a su padre y les espeta: "¡Llevóme de vuestros ojos/ a su casa Fernán Gómez./ La oveja al lobo dejáis/ como cobardes pastores./ ¿Qué dagas no vi en mi pecho?/¿Qué desatinos enormes?/ ¿Qué palabras, qué amenazas/ y qué delitos atroces/ por rendir mi castidad a sus apetitos torpes?/ Mis cabellos, ¿no lo dicen?/ ¿No se ven aquí los golpes/ de la sangre y las señales?/¿Vosotros sois hombres nobles?/ ¿Vosotros, padres y deudos?/ ¿Vosotros que no se os rompen/ las entrañas de dolor/ de verme en tantos dolores?/ Ovejas sois, bien lo dice/ de Fuenteovejuna el nombre". Creo que fue Hölderling quien dijo que lo que permanece lo fundan los poetas.

Acaso la IA no logre hacernos entender lo que nos persigue desde el comienzo, esto es, qué hacemos aquí y hacia dónde vamos. Quizá el teatro tampoco sepa contestar pero, al menos, nos presta su belleza que nos sirve como un asidero que nos rescata de la vulnerabilidad de la incertidumbre.

¿Qué es celebrar la vida? ¿Qué es celebrar que vivimos? ¿Qué más nos puede ofrecer el teatro? Hemos de ser conscientes de que estar en un teatro es un acto de resistencia. Es una de las pocas cosas que seguimos haciendo en comunidad. El teatro siempre pertenecerá a quienes ven poesía en el día a día, a quienes se sientan a mirar porque sí, a quienes juegan con niños…

El Teatro Principal inaugura su segunda temporada de 2023. Arrancamos con 34 espectáculos que abrazan teatro, danza, zarzuela, magia, conciertos, amén de talleres y acciones transversales, con el convencimiento de que de todas estas propuestas no solo saldremos mejor, sino siendo mejores. Cultura con mayúscula. Buen entretenimiento. El Principal es un teatro público, cada vez más accesible, inclusivo y diverso, en el que no descuidamos el tejido asociativo local ni al tejido profesional: Miguel de Lucas, Miguel Inadaptado, Soledad Luna, Eva Peña, Alicia Ledesma, La Tijera, Baychimo –con quienes co-producimos–, La Banda de Música o Capitoniis Duri, son buenos ejemplos de la importancia que tiene para nosotros el teatro local. Sin olvidar nuestros proyectos transversales y formativos: el Gallinero, para los más jóvenes y el Desván, para los más jóvenes mayores de 65.

Espero que esta temporada que resta, el teatro nos permita continuar bailando en la cornisa de la ficción, que es la misma que la de la realidad. Vivimos una época vocinglera en la que se utiliza la palabra sin cuidado alguno, sin la liturgia de quienes aquí nos atrincheramos. Por eso, desde este templo de la palabra, defendemos las de Ortega cuando dijo "están usando el logos sin respeto y la palabra es un sacramento de muy delicada administración".

(*) Director del Teatro Principal

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