La Opinión de Zamora

La Opinión de Zamora

Luis Miguel de Dios

Buena jera

Luis Miguel de Dios

Frutos (duros) de otoño

Septiembre ha pasado de ser un mes alegre a convertirse en melancólico y triste

Precios en un mercado Luis Millan

¡Cómo cambian los tiempos! Y no siempre para mejor. Avanzamos, avanzamos, pero, me temo, aun no sabemos hacia dónde. Quizás vayamos en círculo, cual eterno retorno-redondo o caminemos hacia el pasado, al igual que el legendario gofus bird, que, según Jorge Luis Borges, volaba hacia atrás porque no le interesaba donde iba, sino de donde venía. También asegura el escritor argentino en su libro sobre los seres imaginarios que el citado pájaro hacía su nido al revés. Da que pensar, lo mismo que esta manía nuestra de complicar las cosas y de enredarnos constantemente en rifirrafes, en broncas y en esos “y tú más” que apartan a sus protagonistas, gerifaltes ellos, del objetivo esencial que no tendría que ser otro que hacernos la vida más fácil y procurarnos la felicidad. Vuelvo a Borges, uno de mis autores predilectos. Escribió: “He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer: no he sido feliz”. Nada que añadir, salvo recordar unas recientes declaraciones del gran psiquiatra andaluz Luis Rojas-Marcos, durante años responsable de la salud pública de Nueva York. Dice: “En España el optimismo está mal visto, no estar contentos es lo habitual. El que lo está parece tonto”.

Tal vez ahí resida una de las claves del cambio que ha experimentado septiembre. Cuando yo era niño y vivía en Guarrate, el pueblo donde nací y me crié, septiembre era un mes alegre, casi radiante. Se acababa de recoger la cosecha, comenzaba la vendimia y el campo ofrecía de todo: melones, sandías, uvas, higos, almendras, nueces, manzanas, membrillos, peras, melocotones… Las huertas seguían siendo pródigas en tomates, pimientos, cebollas…Eran tiempos duros, de escasez y, en muchos casos, de hambre y miseria, pero existía (o eso creo) un cierto componente ilusionante, un mirar a septiembre como una época en la que el hombre vencía a la naturaleza (al contrario que en primavera, aunque nos guste más esta estación) y recogía los frutos que venía procurando desde la lejana sementera y el cuidado de tierras y árboles.

Del artificial optimismo de agosto se pasa a un estado de ánimo distinto y que nos perseguirá otros once meses

decoration

En el pueblo donde ahora vivo, en El Pego, la patrona se celebra el 8 de septiembre. La advocación se llama Nuestra Señora la Tramposa. Cuesta imaginar una virgen tramposa, pero cosas más raras se han visto. Todo tiene una explicación: por esas fechas los labradores solían pagar sus deudas, sus trampas. Habían cobrado trigos, cebada, garbanzos, garrobas, quizás uvas de albillo o vino de chichorra lo que les permitía abonar préstamos, fías, adelantos. “Te lo pago por el día de la patrona, por la tramposa”. Luego la Iglesia, con la aquiescencia (voluntaria o no) de la gente, transformó una efeméride campesino-pagana en una fiesta religiosa. Historia aparte, la epifanía del día 8 en El Pego, y en tantos y tantos lugares de esta tierra, evoca, sin duda, ese carácter alegre, distendido e ilusionante que rodeaba y daba marchamo de calidad vital al septiembre de antaño.

Ahora septiembre es otra cosa. Hay días que uno no se levantaría de la cama. Cogería sábanas y colcha (la manta la dejo para más adelante), me taparía la cabeza y a esperar que descampe. Pero no descampa. Cada vez parecen caer más, y peores, chuzos de punta. En esta ocasión, en estos años, otoño no trae higos, uvas y lo demás, sino frutos duros, recios y, si me permiten, amargos. Todo son quejas, reivindicaciones (muchas justas, justísimas), incertidumbres, miedos… Y, coño, en Zamora hasta terremotos. Dos en pocos días con centro en Perilla de Castro. Y uno de ellos con nada menos que 3,5 grados de intensidad. Como si el septiembre más vengativo nos dijera “aquí estoy yo; o contáis conmigo o ya sabéis lo que puede esperaros”. Pero no contaremos con él, con aquel septiembre de la cultura rural, ni con nada que pueda alejarnos de nuestra actual visión del mundo: egocéntrica, anti naturaleza, radicalmente economicista, depredadora de recursos, insolidaria con los países pobres…Ahora, septiembre, y el resto del año, tienen otros componentes, pero quizás en septiembre se note más porque del artificial optimismo de agosto se pasa a un estado de ánimo distinto y que nos perseguirá otros once meses.

Y en esas estamos. Acojonados por lo que se nos viene encima, con pánico hasta en la raíz de los pelos y con quienes tendrían que poner calma y tranquilidad lanzados a una lluvia de insultos, denuestos e improperios que no auguran nada nuevo ni a corto plazo ni, y lo que es peor, de ahora hasta no se sabe qué siglo. ¿No tenemos solución? Yo creo que sí, pero hace falta menos egoísmo y más visión de estado.

-Posdata: ¿qué va ser del idioma castellano ahora que Toni Canto deja la Oficina del Español que creó para él Ayuso a razón de casi 80.000 euros al año? Pobre lengua la nuestra. RIP.

Compartir el artículo

stats