Me comentaba hace unos días, un “viejo conocido”, que “deshaciendo la casa”; por cierto, si tienen ocasión, acudan al Muñoz Seca, de Madrid, y vean “Hay que deshacer la casa”, de Sebastián Junyent; se encontró con las cartas que su madre, Dña. Amalia, le había dirigido, durante el período de noviazgo, a su esposo, y padre, D. Patricio, gran artesano del textil; ambos fallecidos.
Para el hijo, ha sido una auténtica sorpresa, el descubrimiento de dichas “epístolas”, pues su madre, que recuerde, nunca le había hecho ningún comentario sobre ellas; por lo que, en principio, tiene un cierto reparo en su lectura.
Conociendo a los padres y al hijo, desde “in illo tempore”, me atrevo a afirmar que el contenido de dichos textos será, de seguro, grato, afectuoso, elegante, instructivo, ejemplarizante, y un larguísimo etcétera; por lo tanto, dignos de ser conocidos, apreciados y puestos en valor, y en práctica, en principio, por su hijo, y de ser posible, por todas aquellas personas, que, a juicio de éste, sean merecedoras, al menos, de la esencia de los mensajes que pudieran contener tales escritos.
Y es que las experiencias, las actitudes, las enseñanzas, etc., de nuestros mayores jamás deben quedar “en saco roto”; más bien al contrario, pues como toda educación que implican, debieran ser conocidas, como referente vital, para aquellas personas, que discretas, sean merecedoras de ello.
A lo largo de la historia, se han publicado numerosos libros, “corpus”, de cartas de personajes, más o menos célebres, más o menos interesantes de leer; desde las trece Cartas de San Pablo; a, recientísimamente, la “Poesía en la tangente”, de Leopoldo Calvo-Sotelo, “compilado por sus hijos”, Pigmalión, 2022, en la que se recogen “versos dedicados a su prometida”, María del Pilar.
Sí, hagamos mejor nuestra vida, con todo lo bueno que los que nos precedieron nos “regalaron”, y, siempre, con nuestro recuerdo imperecedero a quiénes tanto nos dieron y nos amaron.
Marcelino de Zamora