La Opinión de Zamora

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Bárbara Palmero

Inshallah

La justificación de Dios lo quiere ha dado paso a la de que toda la culpa es del cambio climático

Incendio en Losacio. Emilio Fraile

La Biblia cuenta la historia de Abraham y Sara. Quienes, tras rogar incontables años a Dios para tener descendencia, fueron bendecidos con la llegada de un vástago, Isaac, a edad anciana. A pesar de lo anterior, cuando Dios exigió a Abraham el sacrificio de tan anhelado hijo, éste no tuvo dudas.

Pese a las protestas de Sara, y con la exigua justificación de que Dios nos lo dio y Dios nos lo quita, porque Dios así lo quiere, procedió a inmolar a Isaac. Spoiler: un angelical mensajero detiene en último momento el infanticidio, revelando al progenitor que todo ha sido una prueba de fe por parte de Yahvé.

Durante siglos, en el comportamiento colectivo ha funcionado la misma e inquebrantable creencia de Abraham en el “Dios así lo quiere”. En el pasado, ese Deus vult, ha servido para justificar cualquier cuestión, desde nimios asuntos domésticos hasta las más horrendas matanzas de la historia.

Durante el reciente proceso de vacunación frente al COVID se ha utilizado el verbo creer de un modo incorrecto. Se afirmaba que los negacionistas no creían en las vacunas. Cuando en las vacunas no es posible creer, porque las vacunas son ciencia. Y en la ciencia no se puede creer, la ciencia es.

Las creencias exigen un acto de fe por parte del creyente. Se cree o no se cree en algo que la ciencia no es capaz de demostrar. Quien cree, lo hace aún a sabiendas de que la ciencia no puede justificar de modo empírico su creencia.

Todas las creencias son respetables, desde Alá es grande a Cataluña es una nación, pasando por George Soros es el Anticristo que pretende destruir a la humanidad. Todas, siempre y cuando no se pretenda hacer pasar por ciencia lo que no es más que un acto de fe personal e intransferible.

Con motivo del incendio aún activo en la provincia de Zamora, más los incendios en la región, el resto de la península y en todo el sur de Europa, nadie ha osado decir que Dios así lo ha querido. Se ha procedido a enunciar un nuevo dogma de fe, una firme creencia que se está intentando hacer pasar por verdad empírica: la culpa es del cambio climático. Una creencia que tiene como principal negacionista al gallardo vicepresidente, Juan Solo.

Según el presidente de todos los españoles, el cambio climático mata, y además donde se ponga un chuletón en su punto, eso es imbatible. Amén. Y el gallardo vicepresidente de CyL reza que los incendios son culpa de los talibanes climáticos. Por su parte, el presidente de la región no recita salmodia alguna, porque como su corazón está con los que sufren y en el mundo no hay más que sufrimiento, está emocionalmente exhausto.

El cambio climático no mata, porque va ligado a la longeva vida del planeta Tierra. Siempre ha existido, antes incluso de que apareciera el primer primate estúpido y violento. El cambio climático ha sido responsable de glaciaciones y deshielos. Lo que mata es la acción del hombre, que es quien está detrás de nuestra actual e irreversible hecatombe climática.

Las dos víctimas mortales de los incendios zamoranos no son culpa del cambio climático, ni han muerto porque Dios lo haya querido. El bombero y el pastor han muerto a causa de la indolencia negligente de unos políticos incapaces de gestionar sus competencias. Y de los españoles impasibles que seguirán votándoles, a pesar de disponer de pruebas demostradas de que esos inútiles a los que votarán de nuevo estarían mejor cavando olivos en un kibutz perdido en mitad del desierto.

Inshallah es una palabra árabe que expresa un deseo irrealizable, y que significa Dios lo quiera. Inshallah es el origen etimológico de nuestro ojalá. Que tiene la misma función social, la de expresar un buen deseo, y al mismo tiempo la falta de intención de mover un solo dedo para hacer que se cumpla.

El Gobierno de la nación tiene el poder de subir el precio de la leche de oveja y de cabra, y el de la carne procedente de pastoreo, para justificar de este modo que el sacrificado oficio de pastor y cabrero tenga cuando menos esta recompensa. Es la única manera de que las cencerras vuelvan a romper al sepulcral silencio de los montes. Ojalá, Dios lo quiera, Inshallah.

El Gobierno regional tiene el poder de expulsar de las lonjas y de los consejos reguladores a representantes de cooperativas, cajas de ahorro, sindicatos, políticos y demás gentuza muy interesada en fijar precios a la baja. Ojalá, Dios lo quiera, Inshallah.

El Gobierno central tiene el poder de establecer una política forestal a nivel nacional, que pase por potenciar el Cuerpo de Bomberos Forestales. Además de poner a trabajar al Colegio Oficial de Ingenieros de Montes en rediseñar los montes, para modificar las nefastas políticas de reforestación anteriores. Y sustituir mediante tala planificada pinos y eucaliptos, unos árboles que no sirven para nada. Ojalá, Dios lo quiera, Inshallah.

El Gobierno de la región tiene el derecho a solicitar competencias, siempre y cuando sea para realizar una gestión propia eficaz, y no tener que solicitar el apoyo de la UME a cada rato. La UME es un valioso instrumento para resolver una específica situación crítica. La UME no puede ser la excusa para no gastar recursos en unos servicios públicos necesarios. Ojalá, Dios lo quiera, Inshallah.

Inshallah es el mantra que recitan nuestros políticos para seguir mano sobre mano. Ninguno va a poner freno a las humanas acciones responsables de este desbarajuste climático, no interesa desde un punto de vista económico. Cuando llegue el invierno, nadie se acordará de esta desastrosa gestión de los incendios. Que el Dios de Abraham nos pille confesados.

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