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El pastor Ramiro y su rebañoR. M.

Ramiro, el último pastor de Fontanillas

Mientras ardía de nuevo la Sierra de la Culebra se apagó la vida de Ramiro, su pueblo jamás le olvidará

Seguramente el nombre de Ramiro Arias Gago no les diga nada a la inmensa mayoría de ustedes. Lo sé. No era una de esas personas que frecuentará espacios abigarrados y concurridas tertulias. ¡Qué va! Era, hasta bien entrada la noche de este domingo, uno de los vecinos más genuinos y auténticos de Fontanillas de Castro (Zamora), localidad en la que ayer recibió sepultura a la edad de 92 años. Un hombre de esos hechos a sí mismo que amaba como nadie su oficio, el de pastor, y que lo ejerció toda su vida hasta hace escasas semanas, cuando la salud le falló por primera vez y le arrebató lo que más quería: la libertad del campo y el cuidado de su pequeño rebaño de ovejas.

Con su marcha ahora a otros campos ignotos y quizá más sosegados, la localidad de Fontanillas de Castro no solo pierde a su último pastor de raza y pura cepa, sino que todos, ustedes y nosotros, perdemos también a una persona ejemplar, entrañable y realmente sabio. Y digo bien, sabio, porque escucharle desde el amanecer durante días ha sido un verdadero privilegio para el intelecto personal de quienes le conocíamos y admirábamos.

En su dilatada vida no había visitado ni un hospital, lo que evidencia la fortaleza que aporta la mal llamada ‘España vaciada’. Él mismo me lo repetía: “las ovejas son mi vida y salir cada día con ellas es mi oxígeno, mi vida; el día que no lo pueda hacer, sé que no merecerá la pena seguir”.

Su única hija, María Teresa, es también un ejemplo de abnegación y respeto hacia los mayores, hacia su padre nonagenario. Y él, a su modo, créanme, lo sabía y se sentía orgulloso de ella, porque sin su ayuda -reconocía en la oficina, término con el que se refería a la vieja estancia donde comenzaba su jornada diaria- sería imposible compaginar su peculiar forma de vida con los cuidados y la alimentación necesaria.

La noche del domingo, mientras ardía de nuevo la Sierra de la Culebra, y desde Fontanillas de Castro se apreciaba con inaudita perfección el frente de las llamas, se apagó la vida de Ramiro, el último pastor de un pueblo que, estoy convencido, jamás le olvidará.

Allá donde se encuentre ahora mismo, tendrá detrás suyo un pequeño rebaño que le seguirá fielmente como lo que es: el mejor pastor de la comarca

Su conocimiento y su cotidiana dedicación a un oficio tan digno como el de pastor quedarán en la memoria colectiva de muchos de nosotros.

En enero pasado, de hecho, concluía el rodaje de un cortometraje documental que verá la luz próximamente con el título de ‘Ramiro, pastor de por vida’. Se convertirá entonces en un merecido homenaje a una persona que deja un legado imborrable: la importancia del medio rural en el proceso de envejecimiento de las personas, la relación directa que existe entre la mejor ancianidad posible y el lugar habitual de convivencia y la necesaria potenciación de un oficio ancestral que, por cierto, sería el mejor cortafuegos contra la barbarie medio ambiental de los incesantes incendios y el consiguiente daño a la fauna de la provincia.

Estoy absolutamente seguro de que Ramiro, allá donde se encuentre ahora mismo, tendrá detrás suyo un pequeño rebaño que le seguirá fielmente como lo que es: el mejor pastor de la comarca. Lo fue en vida hasta el último aliento y lo seguirá siendo, sin duda, allá arriba.

Descanse en paz.

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