La Opinión de Zamora

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Bárbara Palmero

La verdad os hará libres

La justa y legítima reivindicación ciudadana que exige el derecho a una sanidad pública debería tener en cuenta la cruda realidad

Lectura del manifiesto en Tábara. Cedida

En los años noventa, había una serie de TV llamada Buffy Cazavampiros. Por Navidad me regalaron las siete temporadas en DVD, y por ahí tengo una vieja camiseta en la que puede leerse, Ante cualquier problema, pregúntate siempre: Qué haría Buffy? Así que puede decirse que sí, soy fan.

En el episodio titulado Miénteme, la protagonista, cansada de luchar contra el mal en todas sus vertientes, confiesa que prefiere vivir engañada y creer que todo va a salir bien. Necesita que le mientan, que le aseguren que los buenos ganan y que el bien siempre acaba imponiéndose.

Pero es una debilidad fugaz, obvio, y la protagonista seguirá afrontando reto tras reto hasta el gran reto final. Al contrario que en la serie, España es el paraíso del autoengaño. Mejor vivir en una mentira generalizada, que tener que enfrentarse a una fea realidad que da mucho miedo.

El viejo vamos a contar mentiras tratará, por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas, ha dado paso al actual en España existe un superávit de médicos y hay más estudiantes de medicina que concursantes de Supervivientes.

La gran verdad que no queremos asumir: la sanidad pública española está aquejada de un severo problema estructural. En España faltan médicos. Hace algunos años, ese gran cirujano que obra milagros, esa mano de Dios en la tierra, el doctor Pedro Cavadas, confesó que uno no se hace médico para curar enfermos, si no para ganar mucho dinero y zumbarse a medio hospital. Muy noble y honrado por su parte, reconocer la viga en ojo propio antes de señalar la paja en el ajeno.

Es misión imposible reabrir la miríada de pequeños consultorios médicos rurales. Y no por culpa de la Consejería o el Ministerio de Sanidad. Si no porque ya no queda un sólo médico, que aspire a ganarse la vida recorriendo pueblos en plan titiritero

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Le llovieron críticas de todos los colores por haber sido tan explicito, tan asquerosamente sincero. Ya se sabe, o así al menos lo manifiesta el filósofo Slavoj Zizek, que la política de lo correcto es otra forma de dictadura. No entiendo el porqué de la polémica. Cómo si las infinitas series de TV sobre médicos no demostraran de sobra que el personal sanitario no se dedica a otra cosa que al mestizaje endogámico.

Antes de la crisis económica de 2008, dio comienzo la gestión privada de los hospitales públicos, que originó un brutal recorte de sueldos. Innumerables médicos y enfermeros emigraron entonces a los países sajones y a los del golfo Pérsico, porque allí se les pagaba como creían merecer.

Aquí empieza la crisis sistémica de la sanidad española. Al Estado, y por ende al pueblo español, le supone un inasumible despilfarro de dinero formar estudiantes de medicina, para que luego, una vez licenciados, se marchen al extranjero para desarrollar su labor profesional. Esta barbaridad, se ha venido cometiendo desde hace demasiado tiempo, pensando que no acarrearía consecuencias.

La crisis del COVID evidenció la falta de médicos, y se hizo un llamamiento desesperado para que nuestros ilustres emigrados volvieran a casa, y no sólo por Navidad. No regresó ni el Tato. Pero el problema es más grave aún, porque tampoco hay estudiantes de Medicina.

Ya nadie quiere estudiar seis años de carrera, más un año de preparación del MIR, más cinco años de residencia en la especialidad, amén de seguir estudiando de por vida las nuevas enfermedades, que no paran de surgir, para terminar yéndose a trabajar a Dubai.

Existe déficit hasta de médicos militares. Y eso, que el Ejército ayuda corriendo con los gastos universitarios. Los estudiantes se comprometen a servir durante X años, y una vez cumplido el periodo obligatorio pueden reincorporarse a la vida y al ejercicio de la medicina en modo civil.

Nada, ni aun así. Los peces no quieren morder el anzuelo. Demasiado esfuerzo y sacrificio que no merecen la pena. Por lo que los jóvenes prefieren encaminarse a cualquier módulo de pocos años. El trabajo duro no compensa.

Es misión imposible reabrir la miríada de pequeños consultorios médicos rurales. Y no por culpa de la Consejería o el Ministerio de Sanidad. Si no porque ya no queda un sólo médico, que aspire a ganarse la vida recorriendo pueblos en plan titiritero.

Este modelo está agotado. Eso sí, hubiera sido ético y aconsejable que durante la reciente campaña electoral no se hubiera mentido a la ciudadanía, prometiendo que no se iban a cerrar los consultorios médicos en los pueblos; y no se hubiera impartido la orden de que la semana previa al 13F, todos los médicos rurales pasaran consulta, como si nada.

La escasez de médicos nos plantea un serio problema. A todos. Y en un futuro no muy lejano va a ser aún peor, porque es ley de vida que se vayan jubilando los profesionales con cierta edad, y no hay relevo generacional. Es por esto, que las reivindicaciones ciudadanas que exigen el derecho a una sanidad pública son justas y legítimas, pero deberían tener en cuenta la cruda realidad y estar sujetas al sentido común.

Frente a la solución chapucera que ofrece Sanidad de hacerle dos reformas, y hasta otra Contrarreforma, al viejo centro de salud de Villalpando, habría que contrarrestar pidiendo un centro de salud nuevo, a estrenar. Con médicos que atiendan de forma presencial a toda la comarca.

Todo lo demás es malgastar fuerzas en una batalla perdida.

(*) Ganadera y escritora

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