La Opinión de Zamora

La Opinión de Zamora

Antonio Pedrero

Siempre la claridad.....

(A la memoria de Clara y Claudio, Claudio y Clara)

Antonio Pedrero, Claudio Rodríguez, Clara Miranda, Pilar Maíllo, Zacarías Martínez (gran amigo de Claudio) en el Bar “ La Reja” (ya desaparecido ), en 1962. A. P.

No podía ser de otra manera y nos lo decía con fija obsesión una y otra vez: que en su día, cuando falleciese, fuese enterrada en Zamora junto a su amado Claudio. Y así va a suceder, así va a ser.

Tu deseo, Clara, es ahora palabra cumplida en “tus amigos de Zamora”, como siempre nos decías, y que cada día que pasa quedamos menos, como es natural

Clara con Claudio y Luisa Rojo, esposa de Antonio Pedrero en Sanabria en 1979. A. P.

La mujer, la compañera del alma del poeta, reposará en la eternidad compartida como fiel servidumbre en el aire y espacio zamorano, junto al rumor de su querido y amado Duradero río, a tus constantes visitas que nos hacías -casi periódicas- y con la fuerte y honda amistad que siempre nos brindaste en las alegrías y en las penas (que de todo hubo), asumiendo que la VIDA se va fraguando así, a golpes alegres y fraternales, y a golpes no queridos y dolorosos.

Todavía recuerdo, allá por los años 60 del pasado siglo, tu llegada a Zamora, recién casados, a conocer a los amigos de Claudio: Zacarías y Agustín, Larry, Abrantes, Quico, Tomás (compañero de primaria), Alberto, Jesús, yo y todos los que fueron sumándose después en aquellas memorables visitas que por el verano compartíamos hasta las tantas en mañanas, tardes y especiales noches zamoranas, que a nosotros se nos hacían muy cortas.

Especialmente recordaba Clara un amanecer de un agosto zamorano en que Claudio y los amigos nos bañamos, saliendo el sol por las Aceñas de Cabañales, a culo pajarero, muy lejos de vosotras, las mujeres, y que no sé por qué siempre me lleva a un famoso cuadro de bañistas del gran pintor Cezánne.

Zamora amanecía en idílica estampa hilvanada siempre en la memoria de la sana amistad donde serían interminables las anécdotas y aconteceres

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Y Zamora amanecía en idílica estampa hilvanada siempre en la memoria de la sana amistad donde serían interminables las anécdotas y aconteceres que nos sucedían.

En definitiva, Clara, un tiempo zamorano lleno de vitalidad y de momentos compartidos muy lejos de la formalidad académica y literaria por vosotros acostumbrada, que siguieron sumándose hasta un 22 de julio de 1999, fecha del fallecimiento de Claudio, en que tú quisiste invitarnos a comer junto al Duero para que nos reuniésemos en memoria de tu querido Claudio cada año. Y lo seguimos haciendo, cada vez con menos amigos directos, pero con el mismo cariño y espíritu que siempre tuvimos. Es el fruto de una profunda amistad y el enorme legado que tú querías mantener y que ahora se hará en vuestro doble recuerdo.

Reposa, Clara, con tu querido Claudio en la cercanía de nuestro zamorano corazón siempre.

Descansad en paz.

Uno de tus buenos “amigos de Zamora”.

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