Este artículo va dedicado a la memoria de Manuel Chaves Morales, un hombre que ha escrito uno de los textos fundamentales para comprender nuestra historia y cuya consigna fue siempre la defensa de la dignidad humana.

Conocemos su obra, en un principio, gracias a una primera edición completa de la misma, recopilada por María Isabel Cintas, patrocinada por la Diputación de Sevilla en 1944, el año de su muerte.

De él es esta frase: “No quiero sumarme a esta legión triste de los «desarraigados» y, aunque sienta como una afrenta el hecho de ser español, me esfuerzo en mantener una ciudadanía española puramente espiritual, de la que ni blancos ni rojos puedan desposeerme”.

La escribió cuando se exilió, a raíz de la Guerra Civil, que tuvo lugar en España de 1936 a 1939.

Manuel Chaves fue un periodista y escritor sevillano, que vivió muy cerca del Palacio de Dueñas, residencia de los Duques de Alba, donde nació Machado.

Desde pequeño se preparó en el periódico en el que su padre era director, El Liberal, que como su cabecera indica, designa al que se comporta o actúa de una manera alejada de modelos estrictos o rigurosos, alejada de todo radicalismo.

Al morir su padre, su mujer dio clases de piano para sacar a sus hijos adelante. Manuel tras finalizar sus estudios universitarios, acabó colaborando en muchos periódicos.

Viajó a Moscú y contaba que los obreros rusos vivían mal y soportaban una dictadura comunista terrible.

¿Para qué puede valer la muerte de muchos hombres o de un hombre honorable, como Manuel Chaves? Sin duda, como un aviso a navegantes, para marcarnos con su ejemplo y su obra nuestro camino

También viajó a Roma y aseguraba que el fascismo no había aumentado ni un grano la ración de pan del italiano, ni había sabido acrecentar el acervo de sus valores morales.

De todas esas experiencias y viajes fue sacando su verdad intelectual propia, se consideraba un ciudadano liberal, de una república parlamentaria.

Y esa verdad se centraba en “El odio insuperable contra la estupidez y contra la crueldad. Un pecado doble contra la inteligencia. Pero ambas se enseñoreaban en España”.

Después de la guerra se alejó de los dos radicalismos, y afirmó que, “La Guerra no fue un enfrentamiento de las dos Españas (de Machado o de Unamuno) sino de dos Españas minoritarias extremas, para acabar con la otra Mayoritaria España”.

Da la impresión de que estamos reviviendo esa sensación en estos momentos en este país. Produce escalofríos pensar en lo poco que hemos avanzado. Volvemos al punto de partida. Qué verdad es que, quien no conoce su historia, está condenado a repetirla.

Escribió numerosas obras y artículos, entre las que destacaré, la biografía de un torero del que fue gran amigo, Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas, ya que su abuelo fue un gran pintor de temas taurinos, La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja, pues sentía gran pasión por la velocidad y los aviones y A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España.

Esta última se compone de un prólogo y nueve relatos sobre la Guerra Civil española, y es de una vigencia excepcional.

La escribe desde su exilio de París, donde tuvo que huir con su familia ya que se enteró de que un grupo fascista había planeado su asesinato. Y es el testamento del pensamiento liberal español, según él, aniquilado por tres pestes, la del comunismo, la del fascismo y la del nacionalsocialismo. En el prólogo, que lo hace de enero a mayo de 1937, nos relata su peripecia humana en aquel tiempo tan convulso que le tocó vivir

Y esto escribió en él, “En mi deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid, como la que vertían los aviones de Franco asesinando mujeres y niños inocentes”.

Y eligió el exilio porque pensaba que, “Es preferible meterse las manos en los bolsillos y echar a andar por el mundo, por la parte habitable del mundo que nos queda”.

Se fue a Francia con su familia, “Caí naturalmente, en un arrabal de París donde caen los residuos de la humanidad que la monstruosa edificación de los Estados totalitarios va dejando”. Cuando la guerra acabó hizo volver a Andalucía a su mujer y a sus hijos, pero él se fue a Londres a trabajar, donde murió al poco tiempo de una peritonitis con 46 años. Fue enterrado en Londres, en una tumba sin nombre en el cementerio de North Sheen.

El mismo nos cuenta que “Ganaba mi pan y mi libertad con una relativa holgura confeccionando periódicos y escribiendo artículos y reportajes, biografías, cuentos y novelas con los que me hacía la ilusión de avivar el espíritu de mis compatriotas y suscitar en ellos el interés por los grandes temas de nuestro tiempo”.

Lo más importante es que el suyo es un testimonio directo del enfrentamiento, “Cuento lo que he visto y lo que he vivido más fielmente de lo que yo quisiera”.

Y sólo citaré algunas pinceladas del primer relato, de A sangre y fuego titulado “¡Masacre, Masacre!, que se centra en el Madrid de la guerra, donde describe las acciones de la “Escuadrilla de la Venganza republicana” cuyos componentes, tras los bombardeos de los aviones de Franco, en la que murieron muchos habitantes de la ciudad, se dedican a matar por venganza a todos los que iban encontrando en su camino, que pensasen distinto. Hay una falsa delación de la querida de un militar, van por el a la pensión y lo llevan al paredón, lo fusilan, pero apuntan a las piernas y lo dejan allí desangrándose. Van después a la cárcel de San Román y se cargan a 125 militares que no se pasaron a sus filas, allí mismo. El horror y la crueldad del mundo sin ley no tiene vuelta atrás.

¿Para qué puede valer la muerte de muchos hombres o de un hombre honorable, como Manuel Chaves? Sin duda, como un aviso a navegantes, para marcarnos con su ejemplo y su obra nuestro camino y así, no tengamos que volver a echar andar a buscar la otra parte más habitable del mundo que nos queda.