Opinión

Recuerdos de infancia en Sitrama de Tera

Con el tiempo, todo se transforma y cambia para mejor, pero yo quisiera ver mi pueblo como en mi niñez y no lo cambiaría

Sitrama de Tera

Sitrama de Tera

Yo nací en Sitrama en el año 1939. Había terminado la Guerra Civil y comenzaba la posguerra. Ambas etapas pasadas y olvidadas por los españoles. Como debe ser.

Recuerdos de infancia en Sitrama de Tera

Recuerdos de infancia en Sitrama de Tera / Domingo García Castellón

Por los años 40, mis padres deciden vivir en Zamora en busca de una vida mejor… Éramos siete hermanos y yo el segundo más pequeño. En el año 1942 (julio) muere mi padre en un accidente laboral y mi madre y mi abuela deciden que yo fuera a vivir a Sitrama con mi abuela Ángela y mi tío Ladislao, pero con la condición de volver… a Zamora. En consecuencia, que estuve en Sitrama unos cinco años hasta que en el año 1951 llegaron los Salesianos de Zamora y con un examen muy elemental pude ingresar y estudiar en la Universidad Laboral hasta junio de 1958.

¿Cómo viví en Sitrama esos años? Yo iba a cumplir siete años cuando llegué a mi pueblo, y de la época anterior que viví con mis padres, no me acuerdo de nada. Solamente del cura que había en aquella época que se llamaba D. Gaspar y era muy mayor. Fue quién me bautizó y vivía en frente de mi abuela junto a la Iglesia.

Mis vivencias en Sitrama… A mi pueblo yo lo veo con los ojos de mi niñez, y era un pueblo con mucho encanto. A veinte kilómetros de Benavente, con carretera principal que va a Puebla de Sanabria y pasa por el mismo pueblo. El río Tera con el agua cristalina con abundancia de truchas y barbo, y que divide el término de Sitrama con Abrabeses. Con el tiempo, todo se transforma y cambia para mejor, pero yo quisiera ver mi pueblo como en mi niñez y no lo cambiaría: el caño por el pueblo; las dos escuelas llenas de muchachos y chicas; la negrillera junto al cementerio, el coche de línea a Benavente los jueves que era día de feria. La orilla del río que pasaba junto al pueblo y llamábamos “La Manga”, donde en la fiesta de la Octava y el día de San Miguel (Patrón) se celebraba el baile de dulzaina y tamboril. Más arriba de La Manga, el Tamaral que llegaba hasta cerca del puente de Santibañez de Tera donde el río Tera es muy ancho. ¡El Tamaral! Junto al río es un espacio de una gran vegetación: de arbustos y chopos, mimbreros y paleras. Tenía dos fuentes: la pequeña y la grande con manantial propio… Todo esto tenía un encanto muy personal. También quiero hablar de la iglesia de mi pueblo. Estaba junto a la casa de mi abuela. Era una referencia. El altar mayor dedicado a san Miguel y el Padre Eterno, arriba, en el Retablo. En el exterior la cerca de piedra con sus cubos de piedra labrada que dan entrada al recinto por dos calles. En ella me bautizaron y me confirmó el obispo de Astorga.

A mi abuela, el rodao o manteo le salvó dos veces la vida: el grosor de la tela impidió la grave cornada en una ingle a un toro que la embistió y en otra ocasión le hizo de paracaídas cuando cayó de gran altura

Yo llegué a Sitrama en septiembre. Mi madre me confíó a una señora que era de Sitrama, vivía en Zamora y se llamaba Paula. Hice el viaje en el “Noroeste zamorano”. El coche nos dejó en Santibañez de Tera y allí estaba mi tío Ladislao, esperándome con el burro para llegar a Sitrama. La distancia es de unos cinco kilómetros. La llegada a casa de mi abuela no se me ha podido olvidar. Mi tío no me había dicho nada, y al entrar a casa, veo que hay mucha gente dentro...Mi tío me explica la situación: En aquella época ,en mi pueblo sacaban a pastar a los animales (lo llamaban “la vacada”) por la mañana y regresaban por la tarde a última hora. Mi abuela tenía un toro que se llamaba “Bonito”. Joven (tres años) y de una planta espectacular. Hacía honor a su nombre. Por lo que fuera, aquel día (en el pueblo dirían que venía “encelao”), al recogerlo mi abuela de la vacada y ya en casa, embistió ami abuela y le perforó el manteo o rodao (así se llamaba) que llevaba puesto y el cuerno le entró por la ingle a mi abuela. Estuvo a punto de morir por la pérdida de sangre. La salvó que ese día estaba en Sitrama el médico D. Ramón que vivía en Santibañez y el propio manteo, que hizo que resistiera a la cornada el paño grueso de la propia prenda.

La recuperación de mi abuela fue larga, más de tres meses y mi prima Tere que vivía en Quiruelas se vino a Sitrama para cuidarla.

Pronto me familiaricé con el pueblo y sus quehaceres. Ayudaba a mi tío en las labores del campo según la época. Empezaban en el mes de septiembre con la vendimia por san Miguel que es el Patrón del pueblo. Luego seguía la sementera por Los Santos y Difuntos, en noviembre. La vendimia, en casa de mi abuela, duraba 4 ó 5 días con cuadrillas de 6 ó 7 personas. Las “viandas” para la época de vendimia eran especiales, pues en casa los jamones, lomos, y chorizos de la matanza se guardaban para la época de la Siega y la vendimia. Mi abuela también en verano metía pimientos y guindillas en cántaros de barro con vinagre y era un manjar… El escabeche tampoco faltaba.

La “faena” de la bodega era muy dura, pero a mí me gustaba. Una vez que las uvas estaban en la bodega, venía el pisado y el prensado. La tradición en mi pueblo era que “por San Andrés (30 de noviembre) el mosto del vino es”. Había pasado un largo proceso y ya después de Navidades venían los vinateros de Galicia y se llevaban el vino en Pellejos en carros tirados por mulas.

Un verano llegó la noticia de que en la feria de Benavente habían presentado un “aparato” con gasolina que sacaba agua del caño o de un pozo a través de una manguera. En Sitrama se había descubierto el motor de gasolina de cuatro tiempos

Una de las cosas que menos me gustaban era cuando mi tío me mandaba a regar los huertos y había que hacerlo “botando”. Cuando el caño traía poca agua, y no entraba por su propio pie, había que hacerlo con un caldero, de forma manual. A eso se le llamaba “botar”. Los mozos lo hacían con “tintos” (cubos de madera pequeños) y eso era otra cosa…

Un verano llegó la noticia de que en la feria de Benavente habían presentado un “aparato” (motor) con gasolina que sacaba agua del caño o de un pozo a través de una manguera. En Sitrama se había descubierto el motor de gasolina de cuatro tiempos. Todo cambió. Un problema que teníamos en Sitrama los veranos era por el agua para regar. Como los de Abrabeses tenían la toma del agua del río por arriba que los de Sitrama, cuando andaban escasos ellos, los muy traidores abrían las compuertas y nos dejaban sin agua para regar. De ahí el enfrentamiento entre los dos pueblos.

Otra anécdota: un domingo se corrió la voz de que un hijo del pueblo iba a pasar por la carretera camino Benavente con un “maquinario” como un coche, pero muy alto, que podía arar las tierras sentado y acarrear como si fueras en un coche. Todo pueblo aquel domingo estábamos en la carretera a ver a Antonio (así se llamaba) y ver en Sitrama el primer tractor de la historia. Era verde.

A mi edad, la tarea más importante era la escuela. En aquella época el pueblo tenía mucha vida y había dos escuelas. Seríamos unos 50 entre chicos y chicas. Ahora, no sé los que hay ¿3, 4, 5…? El maestro que yo conocí y muchas generaciones fue Don Braulio. Gran maestro, pero hacía honor a su época de mano dura… y mi tío cuando D.on Braulio tenía alguna queja de mí le decía: ¡dele, dele más! Doña Conchita, la maestra, era de otra manera. Estuvo poco tiempo. Yo formaba parte de un trío de primos. Por las “trastadas” que hacíamos (no digo que fuéramos malos) Don Braulio nos decía: “Los enemigos del alma son tres: Santos, Domingo y Andrés. Cuando la “trastada” se hacía mucho de notar D. Braulio nos mandaba al Tamaral a ue le trajéramos unas varas rectas de mimbre y ¡vaya si las usaba…! También era muy socorrido dejarte sin comer encerrado en la escuela. A mí no me tocó nunca, pero a mi amigo Celedonio Prieto sí, y yo que vivía cerca de la escuela le llevaba pan y tocino y se lo metía por la ventana. El último año que estuve en la escuela (año 49), tuvimos la visita de un inspector de Zamora. Un hombre bajito, bien trajeado y se llamaba Don Esteban. Estuvo un día completo y luego fue a Santibañez de Tera. El informe que dio de la escuela fue bueno, pues Don Braulio como maestro nos enseñó mucho. El inspector pidió al maestro si podía mandar a uno de la clase le acompañara a Santibañez y le llevara un maletín de mano muy pequeño. Don Braulio me mandó a mí. Yo, con mucho gusto, le acompañé, le llevé el maletín y me dio una peseta de propina. Me volví a Sitrama tan contento…

Un pueblo con vocación sacerdotal

En el campo de las personas en aquella época en mi pueblo destacaron por sus estudios, un tío mío, hermano de mi madre que se llamaba Domingo Fuentes. De ahí mi nombre. Fue fraile Agustino y estuvo en el Escorial de Administrador algunos años. En el 59, un obispo de la Diócesis de Tacoma (Estados Unidos) le ofreció irse con él a su Diócesis y se marchó y allí falleció. Por los años 45, 46, fueron varios los chicos de Sitrama que empezaron en los frailes agustinos en Valencia de D. Juan (León) y otros en Iránzazu (Navarra) con los Teatinos. El más destacado (por la jerarquía) fue mi primo Julián Barrios que fue consagrado obispo en Ikito como obispo misionero, Perú. El mejor para mí, por su humildad, vocación y dedicación al Pueblo de Dios es mi primo Argimiro Sandin Fuentes que fue fraile Teatino. Estuvo destinado como fraile en Felanitx (Mallorca) y ahora creo que está de párroco en una gran ciudad de México, donde hace de verdadero padrecito como así le llaman.

Mis recuerdos más entrañables de Sitrama eran las horas que pasaba a la lumbre en las largas tardes noches de invierno con mi abuela mientras se cocían las berzas, los nabos, y remolacha para los cerdos en un caldero grande colgado de los llares en una buena lumbre de la cocina. Me contaba muchas historias que le había contado mi abuelo Benito cuando estuvo en la Guerra de Cuba y España perdió la isla como colonia española. También me contó cómo salvó la vida cuando cayó desde el corredor a una altura de más de 8 metros entre el brocal del pozo y una piedra grande que nunca debió estar allí. El manteo que siempre llevaba puesto mi abuela (el mismo de la cornada) le hizo de paracaídas y cayó de pies. No le pasó nada.

Una de las historias que mas me impactó contada por mi abuela fue cómo mi tío Domingo el Fraile salvó su vida siendo estudiante en Leganés (Madrid). En el año 1938 un día de primavera el amanecer se llevó del convento en un camión a 17 estudiantes. Dirección: Paracuellos de Jarama cerca de Madrid. Al llegar a su destino los forman en fila y los iban fusilando uno a uno. Faltaban tres para llegar a mi tío y llegó una orden de no matar a más. Mi tío se salvó. Historia triste, pero cierta.

Voy llegando al final recordando un grupo musical “Los Españoles”, muy conocidos por los años 60, cuando la gente emigraba a Europa. Ellos son de Sitrama e hicieron un monumento dedicado al Emigrante en Sitrama. Está a la salida del pueblo en la carretera dirección Santa Marta.

He dejado para el final el recuerdo mío particular y del pueblo a la memoria de Don Julián que estuvo de cura más de 60 años en Sitrama. A mí me quiso mucho y me dio clases de gramática y matemáticas junto a las clases del Monaguillo. Él vino de Argentina, aunque había nacido en un pueblo cerca de Villardecienvos. Estando yo en la Universidad Laboral en Zamora me visitó por dos veces. Sus días terminaron en Sitrama y allí descansa.