El problema realmente no es dónde colocar el cajero automático sino la despoblación bancaria, o como quiera que se pueda llamar a la desaparición de las oficinas de los bancos de nuestros pueblos, que se une al cierre de otros servicios como la escuela, el consultorio médico, o el cuartel de la guardia civil.

Nos están dejando sin educación, sin sanidad, sin seguridad… y sin agua en el embalse ¡Y a mayores sin poder usar nuestro dinero!

¿No sería más lógico exigir una banca ambulante pagada con el dinero que ya se queda al gestionar nuestra nómina, pensión, paro o ahorros?

Desaparecida la banca pública de las Cajas de Ahorros -de las que se enriquecieron algunos políticos corruptos por estas y otras tierras- los bancos de capital privado que cuando están en riesgo de quiebra salvamos con dinero público actúan como negocios que sólo buscan rentabilidad. Y con la misma falta de empatía que dice la ministra que actúa Iberdrola vaciándonos del agua del embalse, nos vacía de dinero en efectivo en los pueblos.

¡Pues vamos a boicotear a la antipática banca retirando nuestro dinero y volviendo a guardarlo bajo el ladrillo de la cocina!

El problema -además de los robos porque no hay guardia civil en el pueblo- es que a la chita callando desde hace años y con excepción de los que cobran sobresueldos en sobre B, la nómina de un trabajador, la pensión cuando te jubilas y hasta el paro cuando te despiden se cobra generalmente a través de una entidad financiera aunque vivas en el pueblo más despoblado de España. Porque eso sí es rentable: quedarse con la mísera pensión de viudedad de la última mujer habitante de un pueblo a punto de desaparecer.

Pero lo que están haciendo los bancos pasa a ser confiscatorio y un negocio redondo: quedarse con nuestra exigua paga todos los meses, pero no dejarnos acceder a ella en nuestro pueblo porque no hay sucursal ni cajero automático.

Vaciados de esos bancos que solo vienen a abrir cartillas y a cerrar ventanillas, en lugar de obligar a la banca a mantener unos servicios mínimos en los pueblos pequeños, se empiezan a buscar otras soluciones.

Aunque de manera excepcional, en el caso de las pensiones, la prestación por desempleo o los empleados públicos siempre se podría cobrar a través de un giro postal. Y lo que fuera sobrando –me da la risa- ¡al ladrillo! El problema es que el cartero viene al pueblo de ciento en viento porque están reduciendo el servicio de Correos por falta de rentabilidad.

Pues entonces se puede usar el teléfono móvil con una aplicación para pagar en la tienda del pueblo –más risas- o en el comercio electrónico en cualquier tienda virtual del mundo. Eso siempre que sepas hacerlo pese a la edad avanzada, o puedas subirte al campanario pese a la avanzada edad para tener línea –empieza a perder gracia. Y no te digo nada si lo que quieres comprar es el pan de cada día reciente. -Y ya me están entrando ganas de llorar.

Bueno, también está la banca electrónica que, de la misma manera que te cobra todos los meses el recibo de la luz sin que te enteres de la subida, te permite hacer transferencias para los pagos sin necesidad de andar contando billetes y monedas contantes y sonantes. Se puede hacer por el móvil desde el campanario aunque tampoco llegue el cura a curar el alma, o conectándote por internet con las mismas compañías que te proveen de línea telefónica -¡Ahhhhhhhhh!

Antes caer en la desesperación, y dado que las opciones anteriores no existen más que en las declaraciones de los gobernantes, hay que saber que desde las diputaciones están buscando soluciones para poner cajeros automáticos. Todo antes que exigir un servicio a los bancos para nuestros pueblos

¡En los bibliobuses! Dijeron en la Diputación de Salamanca y continuaron en la de Zamora. Aunque no llegarían a todos los pueblos ni todos los días, ni sabemos en qué condiciones de seguridad, ni qué personal se haría cargo porque los libros son peligrosos pero no se mata por ellos como por el dinero. Y sin guardia civil. En fin.

¡En los consultorios médicos! dicen buscando un lugar público en medio de la desesperación y del cierre de consultorios. ¡En los ayuntamientos! que también son cada vez menos. ¡En las bibliotecas! lo mismo. Hay un estudio dice que en las farmacias, que son privadas pero está reguladas administrativamente. En todos los casos no llegan a todos los pueblos y además tampoco llega Internet en condiciones.

Dentro de poco propondrán que se pongan en las furgonetas de la venta ambulante, en medio del pan, los alimentos frescos y las latas de conserva. Y las zapatillas y la bata guateada por si se va la luz o nos la cortan.

¿No sería más lógico exigir una banca ambulante pagada con el dinero que ya se queda al gestionar nuestra nómina, pensión, paro o ahorros?

De momento, a la falta de servicios de nuestros pueblos se une ahora la falta de dinero para acceder a ellos pagando el taxi que tampoco hay -ni funciona el teléfono para llamarlo- para poder desplazarse a sacarlo en el cajero automático más cercano. En una espiral que nos lleva a abandonar, a renunciar, a desistir y a despoblarnos.

Mientras tanto, la banca tiene nuestros ahorros y nuestros sueldos y nuestras pensiones -y por ello cuando va a quebrar la salvamos con nuestro ahorro, nuestro sueldo, nuestra pensión- y los políticos de las diputaciones no encuentran donde poner el cajero automático a costa de su, o sea, nuestro dinero.

Ese dinero público que pagamos con nuestros impuestos y que nos da derecho a tener los mismos servicios, incluidos los financieros, y que se quedan los bancos y los gobiernos.

Acabo de leer en este diario que se están instalando en España cajeros de criptomonedas, o criptocajeros, pero que la mayoría son para meter euros y no para sacarlos. Y además no hay ninguno en Zamora ¡Ni nos hace falta! Porque lo que queremos es cajeros rurales o ruralcajeros –ya tenemos nombre- Y ruralsanidad, ruraleducación, ruralcuidados y ruraljusticia para nuestra gente y nuestros pueblos.