Esta semana los informativos se han llenado de embarazadas. Un año y cuatro meses de pandemia y, ¡oh, de repente!, autoridades y televisiones parecen haberse dado cuenta de que existen las embarazadas y los hijos que llevan en su vientre como colectivos especialmente vulnerables ante el COVID-19.

Ese riesgo se conoce desde el minuto cero de la pandemia, otra cosa es que no haya interesado enfatizarlo hasta ahora o lo que sea que haya ocurrido para no hacer algo que parecía obvio: priorizar a las embarazadas en la estrategia de vacunación e informarles detalladamente de las comprobadas complicaciones que puede provocar la enfermedad en el desarrollo de una gestación. Esto sí se ha hecho en otros países, como México.

Ahora que han descubierto nuestra existencia y la de nuestros bebés, sugiero entrevistar, por ejemplo, a las mujeres que han parido (que parimos) con mascarilla mientras en el bar de enfrente grupos de no convivientes bebían sus buenas cañas boca con boca

Esta semana, de repente, destacan que han muerto embarazadas en nuestros hospitales por covid-19 y que el virus ha provocado partos prematuros y separaciones largas entre madre y bebé y otros escenarios de pesadilla para todas las que están o hemos estado esperando un hijo durante la pandemia.

Y ahora, siempre tarde y mal, se urge a las embarazadas para que corran a vacunarse, cuando llevan meses recibiendo información escasa y contradictoria. Sin tener en cuenta la responsabilidad indescriptible que se siente cuando llevas la vida de otro ser humano dentro de tu cuerpo. Cuando todo lo que te pase, te inyecten, ingieras, hagas afecta directamente a otra persona. A tu hija o hijo.

La última directriz de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es que las embarazadas deben vacunarse de forma prioritaria en cualquier momento de la gestación. Se recomienda que sea con una vacuna de ARN mensajero, es decir: Pfizer o Moderna. Está comprobado que los anticuerpos pasan al bebé tanto en el embarazo como con la lactancia. Y a los bebés no hay otra manera de protegerlos: no se les puede poner una mascarilla.

Me sorprende el repentino desfile de embarazadas en los informativos porque siempre han (hemos) estado aquí, todos y cada uno de los días de estos larguísimos 16 meses de pandemia. Y a nadie ha parecido importarle mucho cómo estábamos pariendo, cómo eran las consultas, cuánto miedo teníamos o qué estaba pasando en las plantas de maternidad o en las salas de espera de las matronas.

Para siguientes reportajes televisivos, ahora que han descubierto nuestra existencia y la de nuestros bebés, sugiero entrevistar, por ejemplo, a las mujeres que han parido (que parimos) con mascarilla mientras en el bar de enfrente grupos de no convivientes se bebían sus buenas cañas boca con boca. O a las mujeres que solo podían compartir cinco minutos fugaces (o ninguno) con sus acompañantes en las revisiones, mientras en la sala de espera estaban unos encima de otros esperando turno. Si quieren conocer sinsentidos de esta pandemia, pregúntennos, que tenemos para regalar.