El partido que enfrentó en las semifinales de Roland Garros a Novak Djokovic y Rafael Nadal el pasado viernes era, sin duda alguna, el partido más importante para ambos de cuantos han disputado pues, caso de que hubiese ganado Rafa hubiera supuesto que, de ganar hoy se habría puesto al frente del record mundial de títulos de trofeos “Grand Slam” que, como todo buen aficionado al tenis sabe, es la máxima categoría de la competición tenística a nivel mundial (solo ostentada por los torneos “Open de Australia”, “Roland Garros, “ Wimbledon” y “Open de EE.UU.”)

Hasta hoy, el record de títulos de Grand Slam lo comparten, y suceda lo que suceda en la final de París lo seguirán compartiendo, Roger Federer y Rafael Nadal, que tienen 20 cada uno (Roger: 8 Wimbledon, 6 Open de Australia, 5 Open de EE.UU. y 1 Roland Garros; por 13 de Roland Garros, 4 Open de EE. UU., 2 Wimbledon y 1 Open de Australia de Rafa) siendo Novak Djokovic “el tercero en discordia”, que, de momento, tiene 18 (9 Open de Australia, 5 Wimbledon, 3 Open de EE UU y 1 de Roland Garros).

Caso de que Djokovic llegara a ganar hoy su segundo Roland Garros se pondría a un solo título de Grand Slam para empatar con Roger y Rafa en la disputa que desde hace años los tres mantienen por llegar a ostentar el record de victorias en “los cuatro grandes”, lo que, solo a efectos de números, supondría ocupar la primera plaza en el ranquin mundial del tenis de toda la historia.

Y he dicho solo a efectos de números porque, a mi juicio, los títulos, aunque son los que marcan las distancias, solo sirven para determinar las posiciones que en cada época llegaron a alcanzar quienes compitieron en una misma disciplina deportiva, pero nada más porque, por mucho que queramos ser “más papistas que el Papa”, nunca podremos confrontar los méritos de Rod Laver, el mejor en los años sesenta, o de Bjorn Borg, John McEnroe o Pete Sampras, entre otros, con los de Novak, Roger o Rafa, porque eran otros tiempos y, sobre todo, otras circunstancias; aunque los más “entendidos” pretendan sentar cátedra cuando afirman que los mejores son los del momento actual (como si pudieran confrontarse los méritos de Pelé con los de Cruyff, Maradona o Messi; o los de Giacomo Agostini con los de Rossi o Márquez, por poner algunos ejemplos)

Yo, que he tenido la suerte de conocer a muchas de las leyendas del tenis y hablar largo y tendido con algunas de ellas, siempre recordaré las palabras de un tenista que solo pudo ganar un título de Grand Slam porque en su época los mejores jugadores del mundo competían única y exclusivamente entre sí -grupo de profesionales- en un formato que nada tenía que ver con el que se puso en marcha a principios de los setenta. Andrés Gimeno, al que me unía una buena amistad, siempre me dijo: “no hay mejores ni peores de siempre, solo del momento, pues, según él, la técnica de Pancho González o de Lew Hoad -jugadores de los años cincuenta y sesenta- era perfecta e inigualable, como en los últimos tiempos lo han sido las de Roger Federer o Novak Djokovic, aunque no tenga nada que ver la del uno con la del otro. El tenis de Nadal prefiero no evaluarlo pues, si bien su técnica es demasiado particular, su pundonor, que es lo que le ha hecho grande, es excelso, de ahí que no pueda comparar la excelente maestría tenística de Roger o de Novak con la de Rafa, porque no podría dejar satisfecha a la inmensa mayoría que ve a Rafael Nadal como el mejor.

Llevo viendo tenis toda mi vida y si tuviera que mojarme lo haría apostando por el serbio porque, salvo que Tsitsipas lo remedie, presiento que Novak Djokovic se va a convertir en breve en el tenista más laureado la historia.

Confío en que Stéfanos hoy de la de cal y eso nos permita seguir soñando con Rafa; de lo contrario, Novak llegará a Wimbledon dispuesto a empatar con el suizo y con el español, a los que, mucho me temo, superará pronto, si no es en septiembre, alcanzando el Open de EE UU, si en enero del 2022, volviéndose a llevar “su torneo favorito” el Open de Australia.

Aunque a mi me encantaría que las cosas quedaran “en tablas”, como he dicho, mucho me temo que el pulso, finalmente, lo ganará el más joven de los tres, es decir, Novak Djokovic.

Y si no, tiempo al tiempo.