Ya ven ustedes que el título que encabeza el artículo tiene el eco de una obra muy conocida, todo un clásico de las letras españolas:”Cartas desde mi celda” de Gustavo Adolfo Becquer. Nuestro poeta romántico por excelencia fue, como se sabe, a respirar el aire puro del Moncayo en el monasterio de Veruela. Su salud venía lastrada por una enfermedad para la que hasta mucho más tarde no llegó la vacuna. Hoy nos queda, de aquella convalecencia y el intento de restablecerse, un puñado de leyendas que hacen florero literario inmarchito junto con las famosas Rimas: “Volverán las oscuras golondrinas, etc,”. He aquí quí la victoria de una vida de letras frente a la muerte física. Todo un ejemplo artístico de lo que significa el romanticismo en carne propia. De aquel tiempo del poeta en la serranía aragonesa nos quedan, además de paisajes interiores del alma del autor en forma de escritos en verso y prosa, dibujos y apuntes del natural que en sus paseos se detenía a plasmar con gran soltura. Era hermano y sobrino de pintores que nos dejaron también obras muy ligadas al estilo de la época: coloristas y testimoniales, imprescindibles para contextualizar el tiempo y vida del poeta sevillano. Pero es indudable que el legado más valioso es el de sus poemas que dibujan estados y paisajes del alma a donde han venido a “pintar” innumerables poetas posteriores de la lengua castellana. Becquer crea una academia “on line” post mortem, una escuela de letras en abierto, un faro en el mar de la poesía que aún alumbra. De algún modo, todos los que hemos empezado a escribir poesía temprana, el poeta-pintor nos ha inducido a coger el pincel del primer verso, la primera metáfora, o la ingénua estrofa enamorada que algún día decidimos romper al releer despacio al poeta que parecía fácil imitarlo, que nos invitaba a andar por el camino apasionado de la rima, ocultándonos al mismo tiempo los barrancos y espejismos de aquella. “ Poesía eres tu”, llegó a escribir con indudable acierto, pero con una simplificación engañosa, como lo entendió después otro grande de las letras del siglo XX, Pedro Salinas, que con lejano parecido y otro estilo escribió: “Qué alegría más alta: andar en los pronombres”.

Cuando parecía que las cosas suplantaban a los pronombres y éstos obedecían al mercado más que a las reglas ”ortobiográficas” nos llega una pandemia que es como un borrón en el mapa de la vida, en la página que creíamos estar escribiendo con acierto, pero he aquí que los pronombres desaparecen, casi todos menos el yo, que apesta y precisa mascarilla. “Poesía eres tú”, no lo olvidemos, aunque muchos quieran negarlo en el siglo del yo absoluto, del empoderamiento del egoísmo, del negacionismo del otro.

En el largo confinamiento, además del miedo al contagio, hubimos de aguantar a nosotros mismos y al prójimo, o sea, a los pronombres que de tan cerca no es fácil hacer poemas con ellos y menos oraciones gramaticales de convivencia correcta. ¿Poesía eres tu? Pues sí, y yo contigo, y nosotros, y todos los pronombres haciendo versos y rimando, a ser posible. La vida es un poema, se suele decir, para expresar la sorpresa y lo insólito de la misma.

El dibujo de la secuencia de nuestro genoma es un bucle, una sucesión de códigos ordenados que caracterizan a nuestra especie y al mismo tiempo señalan la individualidad, el toque particular de cada ser vivo, conectado a su vez con los semejantes próximos o familiares. Un rebaño, aparentemente uniforme como el de las ovejas a las que mi padre distinguía individualmente aunque se mezclaran con otro que se cruzase en el camino. Ovejas de redil, palomas de palomar, bandada de patos invernando en Villarrín y Villafáfila. He aquí el nido de mis versos, laguna de mi nostalgia, vuelo de la querencia añorada.

Ahora, mejor que nunca, nos retrata el temporal de la pandemia, la zozobra como individuo y como especie. Pero juntos nos hemos de salvar porque juntos hemos llegado a esto.

Esperamos la inmunidad de rebaño. Me gusta la expresión porque evolucionamos como tal, como grupo, manada y clan, aviniéndonos a razón unas veces y matándonos sin razón, muchas más. Ahora el clan es más extenso, promíscuo y quizá ingobernable si los pronombres no vuelven a la poesía de la vida y a la toma de decisiones importantes, relegando el saldo insaciable de las cifras. Los números son invento de los pronombres y éstos empiezan a ser devorados por aquellos como el domador por la fiera. Poesía eres tú. Así de sencillo. Y acaso también una mirada, un gesto, el detalle de un pronombre insospechado o la instantánea fugaz del arcoíris que se deja ver tras la ventana de mi casa, que hace un año fue celda (como tantas) de un aprendiz de poeta, convaleciente de esperanza.

Se irán los patos de la laguna en estiaje, pero volverán, al igual que las golondrinas porque la vida es eso, retorno de penas y alegrías, poesía al fin.

Tú. Así de sencillo. Y acaso también una mirada, un gesto, el detalle de un pronombre insospechado o la instantánea fugaz del arcoíris que se deja ver tras la ventana de mi casa, que hace un año fue celda (como tantas) de un aprendiz de poeta, convaleciente de esperanza.

Se irán los patos de la laguna en estiaje, pero volverán, al igual que las golondrinas porque la vida es eso, retorno de penas y alegrías, poesía al fin.