Hay momentos en la vida que pasan a formar parte de nuestro carácter. Hay personas que nos dejan una huella imborrable que perdura, guiando nuestra conducta y proceder desde que se instalan en el subconsciente. Del mismo modo, y esto puede sonar un poco más extraño, creo que también hay lugares que forjan nuestra personalidad y que nos acompañan de una forma u otra en el tránsito vital.

Uno de esos lugares ha sido para mí el Campus Viriato. Primero, como Cuartel Viriato en la memoria sonora de los relatos de mi padre y su servicio militar; luego como edificio abandonado a su suerte, punto de partida de aquellas cabalgatas infantiles interminables; después, en mi adolescencia, como esa utópica sede de la Universidad que consiguió que el pueblo de Zamora, tan poco dado a pisar la calle en defensa de sus derechos, se uniera como nunca jamás ha vuelto a hacer; posteriormente, pertenecí a la primera promoción que terminó sus estudios universitarios de primer ciclo en su interior; y, en la actualidad, como sede de la Universidad de Salamanca donde desarrollo mi labor docente e intento terminar una tesis doctoral que va camino de terminar conmigo.

En marzo de 2005 accedí a una plaza de profesor asociado para cubrir una vacante accidental sobrevenida en el Departamento de Ingeniería Mecánica de la Universidad de Salamanca. Entonces, con apenas 27 años, tenía que impartir docencia en el Campus Viriato en la desaparecida titulación de Ingeniería Técnica de Obras Públicas, hoy transformada en Grado de Ingeniería Civil. La asignatura en cuestión era de carácter obligatorio de primer curso, Mecánica Técnica, y contaba con 290 alumnos matriculados, para un total de 2.129 estudiantes en la Escuela Politécnica Superior de Zamora. Hoy en día, sigo siendo profesor asociado de la Universidad de Salamanca. Después de aquella experiencia docente tan grata, y de pasar por varios puestos vacantes en la Politécnica de Zamora y en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Béjar, ocupo una plaza de plantilla en el Área de Ingeniería Agroforestal del Departamento de Construcción y Agronomía. El curso pasado, la EPS de Zamora tuvo 475 alumnos matriculados (366 chicos y 109 chicas) en las 8 titulaciones ofertadas.

Obvia decir que el Campus Viriato alberga más escuelas en su interior, como la de Magisterio y la de Enfermería (centro adscrito), con 516 y 267 alumnos matriculados, respectivamente. Pero, como quiera que el germen y el empuje del nuevo y flamante Campus Viriato recayeron en la Politécnica, quisiera poner el foco sobre ella con más intensidad.

En los últimos 16 años, la Escuela Politécnica Superior de Zamora ha reducido su matriculación en más del 77% (1.654 alumnos). Este dramático descenso ha sido consecuencia de varios factores ya analizados por expertos de toda índole. A mi modesto entender: la pérdida del 14% de población de la provincia de Zamora (pasando de 198.045 habitantes a los 170.588 actuales) y la devastadora crisis económica de 2008 son las causas objetivas más significativas.

El hecho de que no se pueda cursar aquí ninguno de los másteres limita enormemente la recepción de nuevos alumnos de Ingeniería Civil, Ingeniería Mecánica e Ingeniería Agroalimentaria

En este contexto, y desde un punto de vista completamente subjetivo, se me ocurren otros factores que han puesto al Campus Viriato en una más que probable situación de no retorno. El primero de ellos, la falta de una apuesta clara de la Universidad de Salamanca, propietaria de la instalación, por un campus tecnológico en Zamora. El hecho de que no se pueda cursar aquí ninguno de los másteres habilitantes que permiten continuar estudios tras obtener la titulación de Grado limita enormemente la recepción de nuevos alumnos de Ingeniería Civil, Ingeniería Mecánica e Ingeniería Agroalimentaria. Así, los estudiantes prefieren cursar estos grados en otros campus donde pueden acceder a la formación completa, dejando al Campus Viriato en una clara situación de desventaja. Tampoco ayuda que la oferta académica de la Escuela de Doctorado sea muy reducida en materias referentes a la arquitectura y la ingeniería, lo que hace muy complicado poder alcanzar el título de Doctor por la Universidad de Salamanca en Zamora. La nula oferta de plazas de alojamiento, al no contar la USAL con colegio mayor ni residencia universitaria en Zamora, podría ser otro de los factores de exclusión.

Las instituciones zamoranas también se han puesto de perfil en lo referente a promoción social y facilitación de recursos para estudiantes y profesores universitarios. El incremento de las tasas universitarias auspiciado por la Junta de Castilla y León en el curso 2012 – 2013 (un 29% en las carreras científicas y 50% en aquellas de menor grado de experimentalidad), llevó a las universidades de la región a ser las más caras de España, tras madrileñas y catalanas. Este hecho asestó un duro golpe a la tradicional recepción de estudiantes de comunidades limítrofes, como Galicia, Asturias, País Vasco y Extremadura. Una equiparación con el resto de universidades de estas comunidades se antoja necesaria y urgente. La propia Junta de Castilla y León dispone de una moderna y funcional residencia juvenil: Doña Urraca. Este centro ha visto reducido el número de estudiantes que acoge a la mínima expresión, pero sigue sin ofrecer becas para colectivos como los deportistas de alto nivel, por ejemplo, como sí hacen otras residencias del mismo titular: Río Esgueva (Valladolid), Llano Alto (Salamanca) o Victorio Macho (Palencia). El gran número de clubes deportivos de élite existentes en Zamora combinado con becas de alojamiento y manutención para deportistas universitarios podría ser un gran punto de partida que equiparara Zamora con otras provincias de la región.

La Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Zamora también han tenido una implicación muy escasa, más allá de contar las bondades de Zamora como ciudad universitaria e intentar implementar algún proyecto de colaboración con la USAL. Creo, honestamente, que la única forma de activar esta relación institucional en aras a favorecer la llegada de nuevos universitarios a Zamora es por la vía de la subvención y la intermediación: facilitando y bonificando los alquileres de pisos para los miembros de la comunidad universitaria; mediante becas de comedor, material y libros; ofertando becas y prácticas de post – grado para los recién egresados… Tejiendo, en definitiva, una red que haga a Zamora realmente atractiva para la comunidad universitaria.

No sería justo cerrar este análisis obviando la autocrítica. Un buen diagnóstico de la salud de un centro como la Escuela Politécnica Superior de Zamora viene dado por la relación que establece con el entorno social, empresarial y colegial de la provincia. En este sentido, tengo la impresión de que nuestra escuela es un ente cerrado y hermético que no ha sabido exportar, salvo contadas excepciones, su talento hacia el exterior del Campus Viriato. Los muros del cuartel fueron derribados, pero quedó una barrera inmaterial que ni los sucesivos equipos directivos ni los propios docentes hemos sabido echar abajo.

Sea como fuere, la realidad es que las cifras marcan la actualidad de la Politécnica. El número de alumnos de algunas titulaciones hace pensar que sus días están contados y tengo la sospecha de que todo aquello que se marche del Campus Viriato no volverá. Que la industria agroalimentaria, principal tractor de nuestra economía y referencia a nivel nacional, se quedara sin sus estudios de grado en Zamora, sería un fracaso sin precedentes. Y la misma suerte podría correr la industria de la construcción con sus grados afines de Ingeniería Civil y Arquitectura Técnica. Pero, ¿está Zamora preparada para dar otro paso atrás?

La conversión del Cuartel Viriato en Campus Universitario fue un logro sin precedentes en la historia contemporánea de Zamora. A veces tengo la impresión de que los artífices quedaron tan exhaustos, unos, y tan defraudados por el resultado, otros, que nadie se esfuerza ya por cuidar y dotar de contenido algo tan útil y tan hermoso. Yo no tengo dudas: la Universidad de Salamanca debe no solo mantener sino subir su apuesta por el Campus Viriato de una forma decidida y honesta, para que esa idea de campus tecnológico no se diluya definitivamente. Y el resto de instituciones, agentes sociales y zamoranos de a pie, tenemos que volver a levantarnos tantas veces como sea preciso para que Zamora, con su enorme potencial, tenga las mismas oportunidades que sus provincias vecinas.

Este texto no pretende ser un alegato, sino una llamada de auxilio. Campus Viriato: SOS.

(*) Profesor Asociado Departamento de Construcción y Agronomía Universidad de Salamanca