Del texto que Francisco, el Papa, pasó Pietro Parolin para que lo expusiera, me parece oportuno destacar los sueños del pontífice, que va desgranando en párrafos sucesivos.

El papa sueña con “una Europa amiga de la persona y de las personas”. Se entiende que desde seno materno hasta su fin natural, así como la protección de los más frágiles y débiles...

Sueña “una Europa que sea una familia y una comunidad. Un lugar que sepa valorar las peculiaridades de todas las personas y los pueblos, sin olvidar que estos están unidos por responsabilidades comunes”.

Sueña “una Europa solidaria y generosa. Un lugar acogedor y hospitalario, donde la caridad —que es la mayor virtud cristiana— venza toda forma de indiferencia y egoísmo”.

Sueña, en fin, “una Europa sanamente laica, donde Dios y el César sean distintos pero no contrapuestos. Una tierra abierta a la trascendencia, donde el que es creyente sea libre de profesar públicamente la fe y de proponer el propio punto de vista en la sociedad. Han terminado los tiempos de los confesionalismos, pero —se espera— también el de un cierto laicismo que cierra las puertas a los demás y sobre todo a Dios, porque es evidente que una cultura o un sistema político que no respete la apertura a la trascendencia, no respeta adecuadamente a la persona humana”.

Domingo Martínez Madrid