Todos los años, al igual que millones de niños, escribo una carta, mi carta a los Reyes Magos, encargados de poner colofón a estas fiestas. Me voy a creer por un día que soy escritora de lo cotidiano que es lo que siempre perdura, como perduran la ilusión infantil, los sueños y las risas. Quiero empezar por eso, por pedirle a Melchor, Gaspar y Baltasar (no soy para nada de Papá Noel) que, para hacer más fuerza, los tres reúnan el máximo de ilusión, de sueños, de risas, de esperanzas y que las repartan por todos los hogares. A pesar de las apariencias, estamos muy necesitados de todo ello.

Con el paso de los años aprendes que lo importante no es lo tuyo sino lo de todos, por eso, si volviera a ser niña, ¡uy, si volviera a ser niña!, pediría todo aquello que posiblemente olvidé pedir cuando debía y creía. Pedir de todo menos lo que en verdad hay que pedir no es nada práctico. Lo que de verdad importa, no se queda para ti, hay que compartirlo y hacerlo con fe porque es intangible. Tenemos que ser generosos. He dado en pensar qué es lo que más se necesita.

Lo que más se necesita es Salud, que no vuelva a verse mermada. Que Sus Majestades nos traigan el antídoto definitivo para acabar con el dolor, el temor y la incertidumbre. Que nos traigan abrazos y besos pero con carácter retroactivo. Todos los que no hemos podido dar y todos los que queremos materializar en este año de esperanza, que ojalá no se vea frustrada. Que se lleven las penas y las dejen perdidas a su vuelta en el desierto. Que llenen las despensas hoy vacías. Que los idus de marzo nos sean propicios para poder celebrar como todos los años la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en el gran teatro callejero. Que podamos ir de romería con Cristos y Vírgenes que, por unas horas, nos hacen hermanos.

Que todo aquello que traigan a Zamora, ni se rompa ni se oxide, ni se abolle, que anide en nuestro corazón y seamos capaces de guardarlo en la memoria para echar mano de ello cuando más lo necesitemos. Que tras las lluvias de abril, mayo se vuelva a vestir de Primera Comunión y que las amapolas de junio llenen los campos zamoranos creando esas postales únicas como aquella que corrió como la pólvora el pasado año. Que nos traigan muchos motivos para cantar y ninguno para llorar. A los que no tienen nada dales todo lo que pido y más. Yo me conformo con la salud de mi buena madre.