Entre los recortes de periódico, que guardo del mismo por parecerme revisables, descubro uno: el del asesino de 20 años autoconfeso autor del crimen de la educadora zamorana de Mensajeros y la del párroco de la localidad salmantina de Ahigal de los Aceiteros el 23 de febrero de 2003.

Los hechos tuvieron lugar en este aciago día. El sacerdote iba a visitar a su padre, cruzando el parque de la Alamedilla de Salamanca y encontró al condenado con quien entabló una conversación que derivó en una invitación a tomar un refresco. Como se le hizo tarde y para no importunar a su padre, que no le esperaba, decidió llevarle a su casa y una vez allí le asesto un puñetazo y posteriormente le asfixió metiendo después el cadáver en bolsas y guardándolas en un armario.

Fue detenido el 6 de marzo de 2003 después de que tuviera un accidente con el taxi robado en Zamora, horas después de haber asesinado a Auxi, educadora en el programa sociolaboral de adolescentes magrebíes, y haber herido al propietario del coche con una navaja.

La Audiencia charra y otro especialista que compareció como perito en el juicio al examinar al procesado concluyeron que aunque el joven es “solitario e introvertido” no presenta en su personalidad ninguna patología anormal, ni ninguna patología psiquiátrica que disminuya sus facultades mentales.

Dieciséis años de prisión para este asesino que sesgo dos vidas en flor.

Y yo me pregunto; ¿Dónde se encuentra este ser, puesto que estamos en el desdichado año 2020 y ha cumplido los 16 años de condena que le impusieron?

Llegó la Navidad y quisiera pensar bien, pues que Dios nos vino a traer la paz.

Solo pido que él, y tantos como él, no repitan lo hecho y se arrepientan de estas nefastas proezas que hacen ensombrecer la Luz que nos trajo el Salvador.

Para todos, Feliz Navidad, aunque tengamos presente la ausencia viva de todos los seres que se nos fueron en este, Dios lo permita, “inigualable” año.

Marife Pascual

(Zamora)