¡Eh, tú!… ¡Sí, tú, el del camino!… ¡Contigo hablo, como quiera que te llames! ¡Detén, un momento, el paso! Desátate las botas, busca una sombra amiga y escucha con atención porque vengo de muy lejos para hablarte ¡Del año 2020, figúrate! No es habitual oír voces de gente que ya se fue o que el tiempo ha desdibujado al punto de volverlas irreconocibles, lo sé, pero tampoco es tan extraño como a primera vista pudiera parecer. Solo requiere empeño y cierta complicidad. A veces, pasa.

Acabas de nacer. Tú no lo sabes, aún es pronto para eso, pero fuera de la estancia en la que mecen tu cuna el mundo está patas arriba. La pandemia asola aldeas y alquerías, condiciona nuestras vidas y de la noche a la mañana nos ha venido a mostrar con una brutalidad propia de otros tiempos que nuestros refugios, hasta ayer seguros y confortables, en realidad se cimentaban sobre amasijos de barro. Normas, valores, rutinas, prioridades, costumbres, afanes, todo se ha ido al traste desde que el coronavirus Covid- 19 apareciera a finales del pasado año. El desconcierto es brutal y el futuro se presenta incierto pero precisamente por esto tu alumbramiento es hoy, más que nunca, un canto a la esperanza. No, no es éste un tiempo de rosas. El azote no cesa y las mascarillas con las que el planeta se cubre la cara evidencian su propia fragilidad, sin embargo, me fascina pensar que dentro de quince, veinte o tal vez cincuenta años, por qué no, puedas leer estas líneas que justamente ahora estoy escribiendo aquí, en Zamora, a punto de despuntar el día y pensando en ti.

Podría hablarte de tantas cosas que no sé por dónde empezar. El cariño con el que fuiste engendrado, tu crecimiento en el seno materno, la revolución que tu alumbramiento supuso en el pequeño universo familiar, la tradición de tu nombre, incluso, si fuera el caso, entre los tuyos. Cualquiera de estos temas sería un buen motivo de conversación, sin embargo, es probable que sobre ellos hayas hablado infinidad de veces con tu gente de modo que los dejaré de lado. Lo que hoy quiero compartir contigo son sentimientos, emociones, cosas de las que no se suele hablar. Lo decidí la otra tarde. Estabas aferrado a la teta de tu madre y fue entonces, viendo la determinación con la que entrabas en el mundo, que me dio en llegar esta canción. No sé cómo sonarán estas palabras al cabo de los años. No lo sé, y bien que me gustaría, pero en cualquier caso piensa que fueron escritas en tiempo de pandemia y cuando apenas eras un junquillo de espuma en los brazos de tu madre.

Aquella noche me cegó tu hermosura. Contemplaba tu sueño claro y, de pronto, tuve como una revelación. La certeza de que tu llegada habría de transformar nuestras cenizas cansadas, nuestras existencias oscuras, en apacible y esperanzada arcilla.