“Los menores de 40 años me van a recordar tan solo por ser el de Corina, el del elefante y el del maletín”. Según el diario “El País”, esta frase se la dijo Juan Carlos I a un amigo ya en pleno escándalo por las informaciones que se publicaban sobre sus supuestas comisiones y sus reales cuentas en Suiza y otros paraísos fiscales. Las palabras del rey emérito reflejan perfectamente la cara y la cruz, el haz y el envés, de una trayectoria admirada por millones de españoles hasta que…

En la reflexión del padre de Felipe VI hay un adverbio que lo dice casi todo. Se trata de “solo”. Y si se le añade “tan” y se forma “tan solo”, queda claro que Juan Carlos I está diciendo que los jóvenes o han olvidado o nunca lo supieron (o valoraron) su protagonismo en el fin del franquismo, en la llegada de la democracia, en la desactivación del golpe de estado del 23-F, en el prestigio internacional de España, en su papel de árbitro y moderador en el juego político y en otros muchos episodios que nos hicieron juancarlistas sin ser monárquicos. Pero, ¡ay! aparecieron Corina, el elefante y el maletín, o sea la segunda parte de la frase, y todo cambió para mal. El héroe pasó a ser villano . Parecía que con la abdicación, bien recibida por los españoles, se había cortado la hemorragia; sin embargo, los dineros suizos y las sociedades opacas pusieron al emérito en la diana de una opinión pública que puede perdonar muchas cosas pero muy sensible ante el fraude monetario, especialmente cuando hay tantas necesidades y éstas aumentan con la pandemia. Y pasó todo lo que ustedes ya conocen…aunque sigamos sin saber el paradero del ex rey. Tras la frase que encabeza este artículo, el citado diario añadía: “Nadie podía pensar en un final así”.

Quizás los menores de 40 sólo recuerden a Corina, el elefante y los maletines, pero a la memoria de los que peinamos canas han venido estos días otros episodios. Por ejemplo: su apuesta por Adolfo Suárez cuando todo el mundo veía en el político abulense un sucesor del franquismo. Por ejemplo: el desmontaje de las Cortes de la Dictadura. Por ejemplo: el respaldo, tácito pero firme, a la legalización del Partido Comunista de España, que dio paso poco después a las primeras elecciones democráticas, las del año 77. Viví todos esos momentos históricos en la redacción de “El Norte de Castilla”, en Valladolid, y, por tanto, sé, casi de primera mano, lo que se decía, las impresiones periodísticas (las famosas notas confidenciales de Manu Leguineche y Pepe Oneto desde la agencia Colpisa), los temores, los recelos militares, las trabas de ultras y adinerados…Pero estaba el rey. Y el rey apoyaba aquella Transición ejemplar, que hoy muchos de los que no la vivieron ponen en duda sus valores democráticos y la llaman, ¡válgame dios! Régimen como queriéndola equiparar al Régimen por antonomasia, el de Franco. Y algunos se dicen de izquierdas.

Y viví, angustiado, la noche del 23-F. El Congreso secuestrado, tiros en el hemiciclo, rumores sobre movimientos militares en Valladolid, amenazas telefónicas de muerte por “rojos” y “comunistas”. (“El Norte de Castilla” ya había sufrido varios atentados y teníamos a pocos metros la sede de Fuerza Nueva declarada por sus chicos, camisa azul, boina roja, “Zona nacional”). Muchas horas de miedo e incertidumbre hasta que apareció Juan Carlos I para proclamar su rechazo al golpe de estado y su apoyo a la democracia. ¿Cómo no valorar estos sucesos?, ¿cómo no recordarlos ahora?, ¿cómo no pedirles a los menores de 40 que los conozcan y saquen sus conclusiones?

Todo esto no quiere decir que uno no condene lo realizado últimamente por el rey emérito. Es condenable. Y mucho. Especialmente los dineros no declarados a la hacienda española. Que pague como los demás. O que tenga el gesto de entregar ese dinero a las arcas patrias con un destino concreto: la lucha contra el coronavirus. Y que nos diga cuanto antes dónde está.

Ahora bien, la petición de responsabilidades al emérito no tiene nada que ver con las patochadas de exigir la abdicación de Felipe VI o de pedir, ya pero que ya mismo, cambios en la Constitución, un referéndum sobre monarquía o república y cosas así. Bien, que abdique el rey ¿y quién le sustituye?, ¿Pablo Iglesias, Torra, Ada Colau, Kichi?, ¿cómo elegimos de hoy para mañana un presidente de la república? Y si sale Aznar, ¿cómo lo encajarían los de izquierdas? Y si sale Felipe González, ¿qué dirían los de derechas? Mientras tanto, ¿qué hacemos con el COVID-19?, ¿y con el desastre económico?, ¿y quién gestiona el dinero que llegará (esperemos) de Europa?, ¿y quién se ocupará de los problemas cotidianos, esos que, de verdad, preocupan a la gente?

Desestabiliza, que algo queda.