Y no me refiero a la del COVID de la que la OMS dice que todavía durará mucho. Un mucho cifrado en años. Y eso a pesar de los cantos de sirena de las vacunas que experimentan unos: los rusos, otros: los americanos, los de más allá: los canadienses y los de más acá: los británicos. Me refiero a otro tipo de enfermedad, a otro tipo de dolencia que, en pocos años, ha pasado de epidemia a pandemia: la okupación, el movimiento okupa.

No se puede consentir lo que, inmisericordemente, viene ocurriendo todos los días en distintos puntos de la geografía peninsular y también de la insular. Y viene ocurriendo que no te puedes ir a la compra o de vacaciones porque corres el riesgo de que al volver tu casa, tu más preciado tesoro, haya sido ocupada por una gente que, además de violar tu intimidad con su irrupción, destrozan tu hogar que acaba convertido en un estercolero.

O este Gobierno se pone las pilas, porque el movimiento vecinal ya se las ha puesto, o esto va a ser la guerra. ¿Cómo es posible que las ventajas sean todas para el okupa y el propietario, que es quien paga impuestos y está al corriente de sus deberes con la hacienda pública, se vea obligado a sufrir todos los inconvenientes? No es de recibo que la Policía, cumpliendo con las órdenes que se le dan, defienda a los intrusos y castigue a los dueños. Hasta que no se arme una muy gorda, quienes deben y pueden, nuestros legisladores, no van a tomar cartas en el asunto, cuando sea ya demasiado tarde y haya que lamentar algún percance grave.

Y ocurrirá. Porque los vecinos afectados, que no son sólo los que se han visto desposeídos de su vivienda, están hasta los cataplines y un poco más arriba de lo que está ocurriendo con la okupación. La crisis económica y la falta de legislación, ¡y no les da vergüenza!, están disparando las ocupaciones ilegales. Para más inri, los retrasos en los juzgados eternizan los procesos de desahucio. Más de 12.000 propietarios sufren cada año en España la okupación de sus viviendas. Esto es insostenible e insoportable. No se puede mirar hacia otro lado como si la cosa no fuera con la clase dirigente. Me gustaría saber qué pasaría si los okupas entraran en el vigiladísimo chalet de Iglesias o en el hogar de cualquier ministro actual. Apueste lo que quiera a que los desalojaban a tiros. Esa es la desigualdad más flagrante. La que permite a unos españoles privilegios que se le niegan a otros.