No para quieto. Hasta del aire que respiramos se ha enseñoreado. Lo dicen mogollón de expertos y a la Organización Mundial de la Salud no le ha quedado otra que reconocerlo. El coronavirus es ubicuo y campa por sus respetos por tierra, mar y aire. El personal se lo ha tomado a broma y los rebrotes son una constante. Como siga el crescendo me veo a todos confinados con la entrada del mes de agosto. Algunos están opositando a que así sea. Los datos del Estudio Nacional de Seroprevalencia son reveladores: sólo el 5,2% de la población ha superado la enfermedad y, por lo tanto, presenta anticuerpos contra ella. Una nimiedad. Porque resulta que el 94,8% de los españoles, siguen siendo susceptibles de contagiarse. Y se están contagiando.

Algunos, porque de todo ha habido en tan peculiar viña del Señor, respiraban tranquilos porque el Covid había hecho presa fácil en los mayores. Y los de sesenta para arriba, según algunos, eran los que tenían que apechugar con el puñetero virus. Hete aquí que ahora no es así. El virus no conoce ni de edades ni de sexos. Los últimos contagios registrados en España se han producido en sectores de población de veintitantos a cuarenta y tantos años. Y esto es preocupante, muy preocupante.

Como la cosa siga así, vaya que vuelven a confinarnos. Parece ser que muchos no han entendido nada del asunto que nos afecta a la población mundial ya que ni un solo país del planeta Tierra se libra, en mayor o menor medida, de tener que soportar al bicho. Seamos prudentes. Démonos cuenta de que el uso de la mascarilla es obligatorio. Acatemos las normas de buen grado Porque, a ver, la noche del pasado sábado, la calle de los Herreros estaba imposible. La gente, sobre todo jóvenes, hacinada en ese tramo tan estrecho que va del inicio de la calle, partiendo de la Plaza Mayor, hasta donde se ensancha, casi al final de la misma.

No creo yo que eso fuera nada bueno para nuestra seguridad. En lugar de darle puerta al bicho, se las estamos abriendo todas. Y el bicho se aprovecha hasta el punto de que no quiere dejar títere con cabeza. No entiendo cómo algunas personas pueden estar pensando en su destino de vacaciones que, encima, es de los más problematicos. Si aquí no respetan las normas, en la playa, a buen seguro, se despendolan. Al Covid le gusta el despendole. De poco van a servir las políticas de contención de posibles rebrotes si no hacemos caso. No bajemos la guardia porque, el virus sigue activo, ganando terreno.