Síguenos en redes sociales:

Resistiré y otras letras de canciones de la cara B

Otro mundo es posible cuando salgamos de ésta, con la ayuda de todas las manos.

Cuando la canción "Resistiré" -palabras de fuerza de un camarada comunista- era tan popular como estos días en que es el himno de las ventanas contra el coronavirus, la música se oía en discos -ahora vinilos- que tenían una cara A con los éxitos más conocidos, y otra B con canciones menos famosas. Como si de un single o LP de entonces se tratara, el virus tiene una cara A de enfermedad y contagio contra la que todos resistimos juntos, y una cara B que esconde músicas menos reconocidas.

En la cara B del virus, lo primero que sonó en las calles fueron las sirenas de las ambulancias que pusieron en evidencia la necesidad de una sanidad pública para todas las personas. Porque la sanidad privada que algunas pueden pagarse no puede abordar esta pandemia sin fronteras que no distingue entre ricos y pobres. Por ello sus medios han tenido que ponerse al servicio de la sanidad pública y universal de una sociedad de iguales ante el virus, que compartimos como humanos que somos.

Inmediatamente después, se oyó el silencio de "nuestros mayores" -como se llama eufemísticamente con complejo de culpa social a viejos o ancianas- recluidos en residencias. Olvidados por falta de tiempo de sus familias, que ahora toman triste conciencia del abandono cuando les ven recuperarse entre aplausos de quienes les cuidan en la UCI, o no les ven morir y enterrarlos, solos, sin velatorio de compañía, consuelo y llanto.

Después dejaron de oírse las risas y juegos del patio de la escuela, y los gritos de iniciación de los adolescentes en los recreos y salidas de clase. Entonces la cara B del virus nos enseñó varias lecciones. La primera que, al contrario del trabajo sanitario que se valora más cuanto más intenso es, el del docente se valora más cuanto menos trabaja, y al descubrir que no son lo mismo las largas vacaciones de viajes, campo, pueblo playa o montaña con niños, que las agobiantes horas de clase con deberes y problemas en casa. Otra lección aprendida pero siempre olvidada es que existen diferencias entre las familias para educar y acceder a la información, ya sean libros, internet o el nivel educativo de los padres; y que ahora sin clases se aumenta la desigualdad de partida que también se nota en el cole. Finalmente, se ha puesto en debate el propio sistema educativo, pasando de poner el acento sólo en los contenidos a valorar las actitudes y las aptitudes aprendidos durante el confinamiento, que les ha enseñado a nuestros alumnos a respetar las normas, renunciar a los caprichos y a las necesidades propias de su edad como el juego y la socialización, y solidarizarse con los que sufren. Y ahora que pueden salir a la calle, aprendemos que hay niños que viven en ella, sin casa.

Por eso mientras en la cara A del virus suenan el "Resistiré" y los aplausos hacia esa marea de solidaridad de profesionales que trabajan para garantizar nuestra salud, en la cara B, sin aplausos, se oyen las voces acalladas que reivindican la necesidad de tener un trabajo para comer y vivir bajo techo, que también es salud. Pese a las críticas, las medidas del gobierno para ayudar a quienes no pueden trabajar por cuenta propia o ajena, beben de la fuente popular del dicho "las penas con pan son menos".

Así que el rugido cabreado del motor de los tractores que recorrían hace poco las calles de la ciudad protestando por la falta de reconocimiento del trabajo agrícola, han vuelto a sonar en el campo como perfectas máquinas de fábricas que alimentan el mundo. Los trabajos humildes del campo, de la alimentación, del cuidado, de la limpieza, de la salud, de la enseñanza, de la dependencia? han mostrado su fortaleza y su necesidad. Con ellos los de la seguridad y la información veraz; y esos teletrabajos desde casa, y los de los bares donde nos encontramos, de la cultura que disfrutamos? El trabajo con mayúsculas ha pasado a ser el vocalista de la cara B.

En ésta "se canta lo que se pierde" (Machado) o lo que se recupera: el cielo de Madrid sin contaminación; la fauna libre disfrutando de los pueblos; las ventajas de la Zamora despoblada y las de tener hermanitos para jugar en casa; la necesidad de tocarnos que echamos de menos? Y lo que permanece en sordina: los inmigrantes, los refugiados, las guerras de verdad y las consecuencias de esta pseudoguerra contra el virus en los países del tercer mundo ¡Ojalá sean resistentes como lo han sido a otras pandemias que no traspasaban las fronteras del mundo civilizado, ni los palacios de los reyes, ni las mansiones de los ricos!

Suena bien que vuelva a hablarse de la renta básica universal o del ingreso mínimo vital, pese a los corifeos que la califican de "parche", a veces tan eficaces como el de las ruedas de la bici cuando se pinchan que nos permiten llegar a casa. Y suena bien hablar de la importancia del trabajo aunque alguna concejala de Zamora considere que ahora no es prioritario invertir para trabajar y comer, que también es salud.

En general han cambiado las letras de las canciones que, si en la cara A son de resistencia, en la B nos hablan de servicios públicos, de igualdad en la atención a los enfermos, de solidaridad, de necesidad de cooperar, de derecho a la salud, de derecho al trabajo, de no dejar a nadie atrás.

Esto es una descripción de lo que suena en la ciudad y los pueblos vaciados por el virus. También podría elaborarse una tesis que indicara que se está poniendo de manifiesto que el capitalismo ha fracasado ante la pandemia y que se están cambiando las bases del sistema capitalista de libre mercado, competencia e individualismo frente a la cooperación, los servicios públicos y el control de los precios de mascarillas. Pero doctores tiene la iglesia, amigo Sancho.

El virus además ataca a todas las clases sociales. Va a ser verdad que es un virus "comunista", como decían los humoristas de la radio cuando en sus inicios apenas afectaba a Zamora.

De momento, hace tambalear los pilares del capital, por temblar lo hace hasta la tierra cercana de Sanabria donde ha habido terremotos. Y nos hace pensar que tenemos razón los que creemos que otro mundo es posible cuando salgamos de ésta, con la ayuda de todas las manos. Todas.

Pulsa para ver más contenido para ti