Tobías Rathjen autor de la masacre en el pueblo alemán de Hanau, las Autoridades de ese país lo han descrito como un ultraderechista paranoico que creía en ideas conspirativas realizadas por los inmigrantes para destruir a la nación Alemana. ¿Por qué no lo llaman terrorista? Si hubiese sido un inmigrante de un país musulmán, sin duda ninguna, lo habrían calificado cómo un terrorista fanático que seguía las directrices del líder de alguna organización integrista de alguna secta islamista. No soy yo alguien que vaya a negar que existen, que son peligrosos y que para la mentalidad de algunos semitas, después de miles de años de un agravio aparecerá algún tipo descendiente de aquella tribu que se creerá enviado por su dios para vengar la ofensa. Pero no estoy para nada de acuerdo en que los europeos y las instituciones hayan optado por esta vía para poner a la sociedad en contra de las políticas migratorias.

Los militares somos a menudo gente que amamos la Historia y la estudiamos con apasionamiento, cuando abordamos las causas de las grandes migraciones desde la más remota antigüedad nos hemos dado cuenta de un aspecto común a todas ellas; independientemente de cuál fuera el origen, nunca hubo fuerzas suficientes para oponerse a ellas con éxito. El hecho de que además la mezcla con los nativos con frecuencia fuera beneficiosa para los aborígenes, tampoco impidió nunca que la siguiente inmigración fuera aceptada como un bien ni humanitario ni económico.

Si se hubiese publicado la verdad del caso de Tobías Rathjen les habríamos estropeado el relato a los defensores extremistas de las fronteras que ignoran que no hay crisis migratoria -esa llegará, sin duda, cuando nos enfrentemos al pago de tantos pensionistas partidarios de las puertas cerradas- y entonces tendremos una crisis humana en toda regla.

En el debate surgido en Occidente entre los partidarios de la insumisión por defender los derechos de los inmigrantes conforme a lo establecido en las normas del Derecho Internacional Público, hasta ahora sólo hemos asistido al sacrificio individual de algunas organizaciones como la Capitana Carolina Rackete que el pasado 29 de junio desafió la orden del Ministro italiano Salvini y desembarcó en Lampedusa a los 40 pasajeros recogidos por su embarcación en el Mediterráneo, le salvó la vida con su desobediencia y eso me hace creer en que existen tantos insumisos que nos salvarán a todos cuando sea necesario que actúen. Salvini hoy está procesado y solo es una mala pesadilla para los italianos, pagará un alto precio por su enfebrecido nacionalismo y un ferviente deseo de causar mayor dolor a unos seres humanos que viajaban en una patera que había naufragado.

Los migrantes seguirán llegando a Occidente mientras las condiciones que les obligan a huir de sus países de origen no cambien y ese desesperante ambiente político, tengo la impresión de que no se va a cambiar de una semana para otra. Entre otras cosas porque nos conviene que al llegar acepten las condiciones que les ponemos. En cualquier caso serán mejores que lo que dejan atrás.