Así reza uno de los eslóganes con los que la ONG'D "Manos Unidas-Campaña Contra el Hambre" nos ha presentado esta semana su campaña anual y con él que hoy la Iglesia Católica celebra una jornada mundial para conseguir una ayuda económica de los fieles para los proyectos que Manos Unidas desarrolla con los más pobres y vulnerables en todo el mundo, jornada que se aprovecha también para celebrar, lo hicimos este pasado viernes, el día del ayuno voluntario. La campaña de este año en general busca la concienciación de cómo el cambio climático está afectando a todos los países de la tierra y cómo sus efectos más devastadores se ceban con los que menos tienen. Algo que viene con el aval científico de los expertos que nos cuentan insistentemente cómo el calentamiento global hace que los fenómenos meteorológicos adversos se produzcan con más frecuencia, con más fuerza y, en mi opinión lo más preocupante, en latitudes que hasta ahora desconocíamos como los huracanes mediterráneos que cada vez proliferan más, el último en alcanzar esta categoría ha sido la reciente borrasca "Gloria".

Podríamos destacar dos mensajes la hilo de la celebración. El primero iría encaminado a hacer pedagogía del día del ayuno voluntario, que en la mayoría de los casos se queda en la excusa perfecta de nuestros adolescentes para pasar un rato fuera de casa y comer, si es que les gusta, el bocadillo. ¿Se les explica acaso algo del concepto de ayuno? ¿Son capaces de imaginar cómo en algunas partes del mundo ese bocadillo es un auténtico manjar? Vivir en el primer mundo nos deja la suerte, en la mayoría de los casos, de no pasar hambre. Y ese primer mundo, esos códigos sociales que lo gobiernan impiden muchas veces mirarnos a nosotros mismos y poder discernir qué es aquello que nos sobra, aquello de lo que podríamos prescindir, que forma parte de nuestra rutina y que por las comodidades o el qué dirán nunca nos atrevemos a sacrificar. Propongamos retos, ayunemos de whatsapp o de redes algún tiempo.

Y por otro lado reflexionemos sobre la necesidad que cada uno de nosotros con más o con menos recursos, independientemente de las circunstancias, tenemos de implementar en nuestra vida conductas más sostenibles y de respeto al medio ambiente. Por poco que hagamos cada uno, ya estaremos consiguiendo algo como intentar eliminar la cultura del despilfarro en la que muchas veces caemos. No echemos en saco roto la llamada que Manos Unidas hace hoy para una concienciación de los daños que produce el cambio climático, procurar la cooperación internacional desde la justicia climática para un mejor reparto de recursos y promover una educación que consiga generar un estilo de vida más digno y justo.