Con ese lema la Fundación Pontificia, Ayuda a la Iglesia Necesitada, está llevando a cabo una intensa campaña a favor de este país hermano que se está desangrando: el 15% de la población ha huido fuera, es decir, 4,5 millones de personas (la mayoría jóvenes, por la falta de trabajo); el 30% de los niños sufre problemas de desnutrición; casi medio millón de personas son enfermos crónicos sin acceso a medicamentos; 2/3 del sueldo es para pagar el transporte; es más, los profesores y maestros de los colegios católicos siguen dando clase perdiendo dinero porque les sale más caro el transporte público que los 7 dólares que reciben como salario; solo el 10% de la población tiene acceso al dinero y los pocos alimentos que se venden son tan desorbitadamente caros que se hace imposible poder comprarlos, obligando a una gran mayoría de hogares a buscar alimento en la calle; los cortes constantes de electricidad; la falta de suministro de agua en más del 50% de las casas; y ya no digamos la corrupción política generalizada en el gobierno y de quienes son sus brazos armados.

En medio de todo ese panorama tan sombrío la Iglesia católica venezolana, obispos, sacerdotes, seminaristas, religiosas y laicos comprometidos, está dando un ejemplo heroico como Iglesia "samaritana", totalmente volcada en una inagotable labor de obras de misericordia con los más pobres y necesitados. Esta Iglesia hermana está siendo todo un signo de esperanza para muchos: alimentando al hambriento, dando de beber al sediento, vistiendo al desnudo, cuidando del enfermo, visitando al preso, acogiendo al que nada tiene. D. Jaime Villarroel, obispo de Carúpano, en su visita a España resumía con estas palabras la labor y el espíritu de la Iglesia venezolana: "hagamos nosotros lo posible que Dios hará lo imposible".

En este sentido, la citada Fundación AIN en España ha canalizado un millón de euros durante el año pasado y los donativos siguen incrementándose con la crisis. Si corremos a pillar chollos en este mes de las rebajas, no podemos quedarnos de brazos cruzados a la hora de colaborar económicamente para que puedan realizarse muchos proyectos de emergencia (pozos, escuelas, plantas eléctricas), reconstrucción y logística, sostenimiento de los sacerdotes, religiosas y de la gran labor que realizan. Tal es el caso de cientos de comedores parroquiales donde, si no fuera por ellos, miles de niños y ancianos no probarían bocado. Sus cocineros no reciben ninguna estrella Michelín pero si necesitan de nuestro "granito de arena" o, como ellos dicen, nuestra "gotita de amor". ¡Demos vida a un país que se muere!